La catástrofe del vuelo 4U-9525 de Germanwings muestra
 la cara infrecuente de una profesión en la que cada movimiento se 
encuentra calculado al milímetro. Cualquier acto por parte de la 
tripulación, por sencillo que sea, está sometido a un rígido protocolo,
 más aún tras el accidente aéreo, que ha dado lugar a que diversas 
compañías aéreas obliguen a que haya siempre dos personas en cabina si 
se ausenta uno de los pilotos. Cada minuto, más de 11.000 aviones 
sobrevuelan el planeta. Javier Fernández de Bobadilla, comandante de una de las principales aerolíneas españolas, relata a ABC cómo es una jornada a los mandos de una aeronave. 
Suena el despertador
La compañía comunica la programación de la ruta con un mes de antelación. El piloto debe «presentarse en el aeropuerto al menos una hora antes» del despegue,
 explica Fernández. Así, si el vuelo sale a las 7.00 horas, debe 
«personarse sobre las 6.00 horas en la oficina de firmas» situada en 
Barajas, donde tras pasar los controles de seguridad el piloto «hace 
acto de presencia» y firma el impreso que deben cumplimentar el resto de
 tripulantes. En dicha oficina el comandante comparte con el sobrecargo 
la información sobre el vuelo (turbulencias, duración...) y analiza la 
documentación con el plan de dicha ruta. «Suele ser una carpeta con 
cerca de 200 folios. Si es una conexión que hacemos regularmente 
tardamos unos diez minutos en analizarla». Luego, comandante y copiloto 
deciden la «cantidad precisa de combustible» con que se carga el avión. 
Antes del despegue
Una vez que los pilotos estudian el plan de vuelo, la 
tripulación sale de la oficina de firmas y se dirige, en furgoneta, al 
avión. Al llegar a la aeronave, se examinan los equipos en cabina y
 se realiza una revisión exterior al avión, adicional a la ya efectuada 
por el mecánico. «Aunque no soy mecánico, sé perfectamente cuando algo 
no está bien. Si encuentro cualquier parte del avión con una anomalía, 
es en ese momento cuando se lo hago notar al mecánico». En esta fase, 
asimismo, piloto y copiloto deciden cuál de los dos asumirá el papel del
 llamado «pilot flying» (aquel que se encarga de los mandos de vuelo y 
el control del piloto automático) y el «pilot monitoring» (encargado de 
las conexiones de radio y de monitorizar la información en cabina). Lo 
habitual es que los pilotos se turnen en este puesto, de manera que a la
 ida uno tome los mandos y a la vuelta lo haga su compañero. Media hora 
antes de la salida, la tripulación da el visto bueno para el embarque. 
Comienzo del viaje
Ya con los pasajeros a bordo, desde cabina se pide 
autorización a la torre de control para despegar. «Sueltas frenos cuando
 te indica el personal de tierra y te enganchan los "cangrejos" (los 
tractores de remolque que trasladan la aeronave desde la zona de 
embarque hacia la pista). Después, se realiza la secuencia de arranque de motores y, una vez que se comprueba que todo está bien, se desengancha el tractor». 
El despegue es, junto con el aterrizaje, el momento más 
crítico en la cabina. «Hasta los 10.000 pies (más de 3.000 metros) hay 
mucha carga de trabajo. Se establece la "cabina estéril": no hay 
conversaciones entre piloto y copiloto más allá de las relacionadas con 
el vuelo. A partir de esa altura se retrae el tren de aterrizaje y los 
flaps (frenos). Comienza la frecuencia de ascenso y se llega a nivel de 
crucero en 20 minutos». 
A velocidad de crucero
«A partir de los 1.000 metros de altura, puedes dejar al 
"chino" (piloto automático) que vuele. A partir de los 3.000 metros se 
puede acelerar un poco más y la carga de trabajo disminuye». La 
actividad de los pilotos, en este punto, consiste en una labor de supervisión de altura, velocidad y dirección.
 «Comprobamos si el avión sigue la línea magenta», color con que aparece
 destacada la ruta del vuelo en los mapas de navegación. En este 
momento, el sobrecargo entra en cabina para ofrecer a los pilotos el 
desayuno, el almuerzo o la cena, que comen dentro de la cabina. En los 
vuelos interoceánicos, viajan tres pilotos y es en este momento cuando, 
por turnos, aprovechan para descansar en clase «business» o en las zonas
 habilitadas que incorporan los nuevos aviones (como el Boeing 787). 
Aterrizaje
Cuando la aeronave se acerca al «top of descent» (fase de descenso), se inicia un nuevo proceso para recabar información sobre las condiciones meteorológicas de destino,
 información específica del aeropuerto en el que se va a aterrizar, 
dirección e intensidad del viento... «Sacamos las cartas de navegación y
 se activa un "briefing" en el que el piloto y el copiloto analizan las 
alturas, frecuencias y todo lo reseñable para la aproximación». Es 
entonces cuando se activa la señal para que los pasajeros se abrochen 
los cinturones. Se incrementa la carga de trabajo: comienza a llegar una
 cascada de información sobre el tráfico de la zona. El «pilot flying» 
se encarga de «sacar flaps» mientras la torre de control va dando las 
instrucciones de ajuste de velocidad. A 500 metros ya «se configura el 
tren de aterrizaje».
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