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martes, 20 de mayo de 2014

Un punto diminuto: la intersección entre la biografía y la historia dentro de la sociedad. El registro poético de las emociones y los sentimientos de Mariano Salazar



Un punto diminuto:
la intersección entre la biografía y la historia dentro de la sociedad.

El registro poético de las emociones y los sentimientos de Mariano Salazar   

Escribir una autobiografía recurriendo a la poesía y al testimonio, que registre especialmente la afectividad ante la vida cotidiana y el acontecer histórico, puede ser una tarea dura y complicada. Hay que estar dispuesto a pagar por ello un alto precio y no todos queremos o estamos en condiciones de asumirlo. Mariano Salazar se ha atrevido.
         El autor del libro que tiene en sus manos pertenece a la generación de estudiantes de la UNAN de los años 70 y a la de profesionales de la medicina de la década del 80 que se implicaron en la lucha por la transformación de Nicaragua en una sociedad justa, democrática e independiente para decidir su destino como nación. Varios miembros de su generación también han contribuido a la bibliografía histórica nacional con valiosos y conocidos testimonios sobre su participación en la lucha política y mi-litar para derrocar a la dinastía de los Somoza, sin embargo, hasta donde yo conozco, ninguno ha puesto tanto énfasis en la dimensión afectiva de su experiencia histórica como el que se percibe en esta colección de poemas y testimonios de Mariano, titulados Sin secretos, que bien pueden leerse como una breve autobiografía, construida desde la perspectiva de las emociones y los sentimientos.
         Como he dicho, este arte me parece muy difícil porque nuestra cultura continúa privilegiado la descripción y explicación racional de la vida de los actores sociales en su contexto histórico, desenfocando la dimensión de sus emociones y sentimientos[1], a pesar de las advertencias de algunos autores, como el prestigioso neurólogo portugués Antonio Damasio (Y el cerebro creó al hombre): El comportamiento, la mente, ya sea consciente o no, y el cerebro que los genera, se niegan a entregar sus secretos si la emoción  y los numerosos fenómenos que se ocultan detrás de esa palabra  no es tenida en cuenta y tratada como se merece[2]. Además, la raíz patriarcal de nuestra cultura, que ha pautado la expresión de los sentimientos según el género de las personas (por ejemplo, a las mujeres especialmente se les permite expresar amor y duelo, lo que está mal visto en los varones; a los hombres especialmente se les autoriza la expresión de ira y osadía, lo que se limita entre las mujeres), suele producir también sesgos notables en las narraciones testimoniales de ellos y ellas sobre el acontecer histórico.
         Por otra parte, la brevedad de esta autobiografía sentimental de Mariano Salazar y las escasas re-ferencias sociopolíticas a sus circunstancias históricas bien podrían ser esgrimidas como objeciones para quienes se interesan en el estudio del testimonio como género historiográfico y/o literario. No obstante, unas palabras del mismo Mariano dirigidas a su hijo menor y unos versos dedicados a su mujer me han recordado a Charles Wright Mills (La imaginación sociológica) y a su concepción de la vida del individuo como un punto diminuto de la intersección entre la biografía y la historia dentro de la sociedad. Es decir, en una historia de vida podemos descubrir algunos rasgos generales de una generación (incluyendo sus proyectos utópicos), de una categoría social o de una sociedad; asimismo, en una autobiografía, por breve que sea, podemos encontrar las huellas que ha dejado la sociedad y la época a la pertenece una persona, me-dante los múltiples procesos de socialización a los que fue sometido.
         El interés sociocultural que tiene la autobiografía de una persona, por lo tanto, es independiente de la relevancia pública de sus roles sociales y del número de páginas de su relato. Justamente, Mariano Salazar, con la modestia que le ha caracterizado durante nuestros 40 años de amistad, siempre ha sido muy consciente de las dimensiones de ese punto diminuto que todos representamos en la historia del universo, de la vida y la sociedad:
            Le dice a su mujer: «Dentro de algunos años, una mariposa de luz, indiscreta, te va a preguntar... ¿muchos te amaron? [] Seré para entonces un pedacito de luz de luna, una molécula de H2O en la brisa del mar, un reflejo más en los amaneceres. Por un segundo tendré mi tercer día y volveré a ser el que era. Una cosquilla en tu oído será mi presencia. Un aleteo en los labios». (p. 24)
            Y a su hijo: «Desde el fondo de los genes de mis nietos, en ese variopinto conglomerado que es la familia que tanto amamos, deletrearé mi nombre y tú me reconocerás en gestos sutiles, gustos, inclinaciones, tal vez apenas esbozadas. Y después, repetirás el ciclo, y nos buscarás y nos encontrarás: versiones frescas de tu papa y tu mama; emergiendo del anonimato, de las memorias cortas, del casi olvido, una y otra vez hasta el fin de los tiempos». (p. 62)
            El relato autobiográfico es una expresión del yo y siempre corre el riesgo de precipitarse por la arrogancia egoísta (lógica, estética o moral); también es un enorme desafío a la sinceridad del autor, pues supone la auto observación previa, la selección de los datos pertinentes y relevantes, y la síntesis metódica de todas esas percepciones, con todas las complicaciones culturales que implica la interacción comunicativa con los demás en estas condiciones. Si no toma las precauciones suficientes, el autor podría mostrarse azorado o retorcido, como un mal actor empeñado en representar un papel ficticio de sí mismo.
         Finalmente, abordar las emociones y los sentimientos, aunque sea con intención literaria, es especialmente difícil porque su naturaleza nos sigue resultando muy compleja, a pesar del conocimiento científico que tenemos de ellas desde los estudios de Charles Darwin (La expresión de las emociones en los animales y el hombre, 1872) y de William James (¿Qué es una emoción?, 1884), y porque con mucha frecuencia resulta imposible expresarlas con palabras (inefabilidad). Así, pues, hay que explorar mucho y con detenimiento en la propia experiencia vital y en las posibilidades referenciales y expresivas que nos ofrecen los lenguajes a nuestro alcance. Con todo, la poesía (incluyendo las canciones de amor y desamor) siempre se han considerado la forma más adecuada para intentar una primera codificación cultural de las emociones y sentimientos.
         Muchos investigadores están de acuerdo con James en que las emociones se producen en la interacción del sujeto con su entorno, cuando la percepción de un hecho (fuente de estímulos) evaluado inmediatamente como amenazante o placentero altera su equilibrio psicosomático (se acelera, por ejem-plo, el ritmo cardíaco, se altera la respiración, tiemblan los labios, se debilitan las extremidades, se producen escalofríos y agitación visceral): la sensación que el sujeto tiene de tales cambios según se van produciendo es la emoción, y, según el caso, la podría codificar como miedo o excitación sexual ante su objeto de experiencia.
         En este sentido, las emociones tienen una función adaptativa, de supervivencia biológica y social, en la que el placer y el displacer, el beneficio y el perjuicio, constituyen los controles básicos. Por esa razón, nuestra primera relación con el mundo es afectiva. La emoción es un proceso más rápido que la cognición, una primera evaluación para responder a los peligros u oportunidades que nos ofrece el entorno. Las emociones son inconcebibles disociadas de toda sensación corporal. Desde luego que, las emociones también están medidas por la cultura y sus expresiones verbales y corporales tienden a codificarlas, puesto que nada resulta más perturbador en la interacción social que las expresiones emocionales no codificadas, por su imprevisibilidad.
         Los sentimientos son las elaboraciones intelectuales y culturales de las emociones (biológicas y pulsionales), y aseguran convenientemente su relativa continuidad y homogeneidad, aunque con menor intensidad, pues las emociones se experimentan puntualmente, en el momento de la interacción del sujeto con el entorno o cuando se evoca ese momento (una característica que puede ser un riesgo para la supervivencia, puesto que la repetición de la exposición del sujeto a la fuente de estímulos de su entorno puede disminuir la intensidad de sus emociones y hacerle bajar la guardia). Las pasiones tienen la intensidad de las emociones y la duración relativa de los sentimientos, transformando el mundo en algo predominantemente subjetivo.
         Resulta, pues, muy interesante asomarse al relato de la vida cotidiana, profesional y de la experiencia histórica de Mariano Salazar, desde el punto de vista de las emociones y sentimientos (registradas con la paciencia propia del médico que abre un expediente a cada uno de sus pacientes), pues sin ellas, dice William James, lo que queda es un estado de percepción intelectual, frío y neutro. Tengo para mí que esta perspectiva afectiva no puede considerarse intimista, en sentido estricto, porque muchas emociones y sentimientos parten de estímulos externos, del entorno natural y sociocultural del sujeto (aunque algunas emociones tengan su origen en estímulos internos), y tras su procesamiento psicofísico, racional y cultural, se convierten en pautas para la acción que recaen nuevamente el entorno o en el propio sujeto.
         1. Las emociones del deseo y la satisfacción sexual en la juventud
         Según los estudios psicoanalíticos de Sigmund Freud y sus discípulos, las pulsiones y emociones sexuales se encuentran entre las fuentes más prolíficas de las creaciones humanas, y, en virtud de su importancia en todas las dimensiones y etapas de la vida de las personas, especialmente entre los jóvenes (los favoritos de Eros), la investigación científica sigue manteniendo su interés a este campo (recuérdense los trabajos de William Masters y Virginia Johnson); sin embargo, como gris es toda teoría y verde el árbol de la vida (Goethe), las exploraciones literarias y artísticas continuarán acaparando la atención de la mayoría de los autores y sus públicos. En esta obra, Mariano Salazar nos ofrece varios poemas o testimonios que destacan:
         a) La intensidad de las conmociones psicosomática que producen (Un meteorito en el pecho; Rasgadas las vestiduras del prejuicio; Distingo tu olor a cien leguas a la redonda; Tengo en mi piel el sabor de tu piel; Tejedor de ilusiones; Prudente, jugando al escondite; Esta es la hora en que te necesito).
         b) El incremento de su intensidad con la anticipación o la ausencia temporal de la persona deseada (Belleza que cae desde arriba; Hoy es un día).
         c) Su recreación por evocación (Hoguera y ternura; Te presentí mujer y tuve miedo; Fantasía en Do Mayor).
         d) Su función en la confirmación de la identidad de género (Prudente, jugando al escondite; Fantasía en Do Mayor; Tengo en mi piel el sabor de tu piel).
         e) Su contribución a la formación del autoconcepto (Tejedor de ilusiones).
         f) La tristeza producida por la expectativa de perder a la persona deseada (Fantasía en Do Mayor).
         g) La interrogación sobre la realidad o intencionalidad de su objeto (Tejedor de ilusiones): Los que no creen en el amor van a decir que estoy loco.
         h) El reto que suponen para su expresión oral o escrita; emociones muchas veces inefables (Tu diseño es especial y único; Hoguera y ternura).
         Demasiadas cosas importantes para tomárselas a broma, como suele hacerse con el mal gusto habitual. Por otra parte, hay que tomar muy en cuenta que estas emociones descritas son experimentadas por la generación de Mariano Salazar entre el retumbo del trabajo partidario. Se trata de una juventud asediada por Eros y por Tanathos, dada su implicación en la conspiración política y la lucha antidictatorial, una juventud universitaria que leía con la misma fruición a Marx, Lenin, Mao, Trotsky, al Che Guevara y Carlos Fonseca; a Hegel, Marcuse, Mandel, Adorno y Althusser; a Erich Fromm (El arte de amar) y Wilhem Reich (La psicología de masas del fascismo y La revolución sexual); a García Márquez, Julio Cortázar, Vargas Llosa, Carlos Fuentes yAlejo Carpentier; a Pablo Neruda, Rafael Alberti, los Machado, García Lorca, Nicolás Guillén, Mario Benedetti, Juan Gelman, Ernesto Cardenal, Roque Dalton y Leonel Rugama.

         2. Las emociones de la revolución
         La otra fuente de estímulos importante de las emociones y sentimientos, de los que da cuenta Mariano Salazar, es el proceso revolucionario nicaragüense durante las décadas del 70 y 80. Es necesario subrayar que esta es una materia muy sensible para los científicos sociales del país y para los especialistas en políticas sociales. Para abreviar, me remito, por ejemplo, a la experiencia profesional y a los estudios que ha realizado la sicóloga Martha Cabrera durante 18 años, al frente de un equipo que trabaja en la reconstrucción afectiva y espiritual de comunidades de toda Nicaragua; es decir, se ocupan de las emociones y los sentimientos, de las dimensiones subjetivas, psicológicas y espirituales de las personas cuyas vidas han quedado rotas tras 25 años de violencia armada o de frustraciones políticas en el país.
         Hay que advertir que la alegría de la lucha y la ilusión por la victoria (lo que los psicólogos denominan «anticipación»: la emoción placentera que se experimenta al esperar una experiencia o evento positivo próximo) son emociones básicas para el desarrollo de la conciencia política, tal como sugiere el neuró-logo Antonio Damasio. Mariano Salazar las registra con precisión en su experiencia de vida: Hace muchos años, era muy joven y hacia diversas tareas para el FER, antesala del FSLN en León. Desde el Movimiento Estudiantil, gritábamos en las calles: «¿Quién causa tanta Alegría?» y contestábamos en coro en las Purísimas: «Carlos Fonseca y su Guerrilla» y... salíamos en carrera.
         León literalmente rugía en su ímpetu por derrocar a la Dictadura. Cuna de tantos héroes, de tantas ilusiones, de tantas esperanzas. La ciudad desbordada de heroísmo lo dio todo, una y otra vez, en aquel holocausto juvenil, en aquel encuentro desigual, tan asimétrico, entre sueños, esperanzas e ilusiones y la dura, muy dura realidad de la Guardia Nacional y la Seguridad del Estado. (¿Quién causa tanta alegría?)
         Pero, a continuación también llegarán rotundamente otras emociones:
         a) El dolor y la tristeza por los compañeros perdidos en la lucha (No es fácil; Adiós; En memoria):
         — “Atrás quedaron, también, los días claros-obscuros de la lucha contra la Dictadura Militar Somocista y la insurrección final. Me duele la memoria cuando a la hora del recuento me doy cuenta del alto costo que mi generación y otras generaciones pagaron por tratar de alcanzar el sueño de una «patria pijuda y libre» como poéticamente lo menciona uno de nuestros cantautores más conocidos. La lista de amigos y conocidos que no consiguieron llegar hasta el remanso del 19 de Julio todavía me pesa en el alma. (La Maestría)
         b) Las ilusiones con la victoria y las frustraciones sociales:
         — “Mi verdad es simple: Nicaragua entró en una vorágine de sufrimiento y dolor donde al final no hubieron vencedores ni vencidos. Solo la Patria amada... desgarrada. (La Maestría)
         c) Las fracturas en la familia de origen:
         — “La Revolución, como para muchos, fue un parteaguas... En mi historia, el impacto fue brutal. La familia por extenso dividida, separada. El castillo de los Castellón partido, resquebrajado. Nunca sabremos con exactitud de aquellos dolores. Confiscaciones, asilo y exilio por un lado. Compromiso, entrega y pasión por la Revolución... por el otro. Mi madre, siempre mi hermosa madre, descifrando jeroglíficos, haciendo proezas de equilibrio para actuar equidistante. Yo y mis primos hermanos en su corazón. Hermanos y hermanas en el exilio. (La Maestría)
         d) La desintegración de la primera familia que funda:
         — “Esa tormenta también nos tocó a nosotros, parte de esa vorágine: ¿Cómo íbamos a escapar de ese aquelarre? Tú y yo, doblemente comprometidos. Con lazos del corazón y de la rebelión. Apuesta ganada y también dolorosamente perdida. La Revolución terminó de separar las vidas de los fundadores de aquel primer y hermoso núcleo familiar. Nosotros, Adán y Eva modernos, expulsados de nuestro paraíso personal, separados por la espada flamígera de la Revolución y una versión propia de la danza de los cuchillos largos. (La Maestría)
         e) Jugarse la vida en el campo de la salud pública, recién egresado de la universidad:
         — “Creo que en muy pocos países en el mundo la experiencia de poner en práctica la estrategia de atención primaria en salud significaba, además, jugarse la vida. (La Maestría)
         3. Las emociones brasileiras
         Mariano ha registrado también sus reacciones emocionales ante sus estudios de Maestría en Brasil, en la Escuela Nacional de Salud Publica (FIOCRUZ), y las perspectivas profesionales que se le abrían, asimismo las emociones que le producen las seductoras ofertas urbanas de Río de Janeiro.
         a) Afortunado por estudiar la Maestría en Salud Pública en Brasil y la responsabilidad militante de cumplir:
         — “Estudiar en Río tenía que ser una tarea militante, sino la ciudad te mareaba con sus cantos de sirena. Más de uno llegó y se perdió en sus vericuetos. []
         La Escuela de Salud Pública de la FIOCRUZ sació mi sed de conocimiento. Bebí de aquella fuente con la desesperación que da el deseo intenso de aprender. Por mis manos, ojos y mente se deslizaron aquellas bellas disciplinas que le daban sentido y contenido al ser especialista en salud pública. (La Maestría)
         b) Las emociones ante las tentaciones de Río de Janeiro:
         — “Aquella ciudad era mágica, atractiva como mulata de escuela de samba. Increíblemente bella y sensual. Arrebataba los sentidos con sus playas, mujeres hermosas, gastronomía variada, arquitectura a veces espectacular, monumentos impresionantes, cultura desbordante. Presidida por el «Pan de Azúcar» y el «Cristo del Corcovado», desmoronaba sus atributos en el mar con nombres que sonaban a música en mis oídos. Botafogo, Copacabana, Leblon, Niteroi
         []
         Este equilibrio permitió también, disfrutar, a veces con medida, las más para mi desgracia, y a veces sin medida, las menos para mi pena, de aquel entorno alucinante que le hacía ojitos al cuerpo, a la mente, al espíritu, y a todo lo que en mí se agitaba, ansioso por la vida, más allá de la política, el compromiso, el deber, y otras tantas palabras rimbombantes que con los años se declararon gastadas por la manipulación de los políticos. En perspectiva, bancarrota histórica de conceptos, riqueza de aprendizaje académico y de vida. Por eso Brasil es imperecedero en mí. Por bello, por irreverente, por reflexivo, por exigente. (La Maestría)
         4. Las emociones africanas
         En el 2002, Mariano Salazar acude a Angola como Voluntario de Naciones Unidas y especialista en Salud Pública para trabajar en el Barrio «Cantínfulas» de la Ciudad de Kuito, Provincia de Bié, donde UNICEF, con la responsabilidad operativa de una pequeña ONG local de jóvenes (AVIMI) y en coordinación con las autoridades tradicionales del Barrio y el Ministerio de Salud, estaba ejecutando un proyecto de lucha contra la malaria en el escenario comunitario denominado «Todos juntos vamos combater a Malária no Bairro Cantínfulas». Aquí deja constancia de:
         a) El pavor ante los estragos de la malaria entre la población angoleña (especialmente mujeres embarazadas y niños) y el colapso de la salud pública.
         b) La sorpresa y la ternura en la interacción con el otro (alteridad cultural).
         c) La admiración por la digna participación comunitaria y su entusiasta movilización para comba-tir la malaria. (En el barrio de «Cantínfulas»)
         d) La alegría y las sorpresas por el reencuentro con la familia a su regreso a Nicaragua (Pequeña aventura).
         e) La saudade por los amigos de Angola y la rutina de la vida cotidiana en Centroamérica (Pequeña aventura).
         5. Los sentimientos que se construyen sobre las emociones
         He dicho antes que los sentimiento se construyen intelectual y culturalmente sobre las emociones para bajarles el tono y darles continuidad y homogeneidad, por lo tanto, contribuyen a la formación de la personalidad (valores: ser una persona de buenos sentimientos) y a la visión del mundo (utopías: desear lo mejor para los demás). En el último texto de esta obra de Mariano Salazar se puede encontrar una síntesis de los sentimientos que ha decantado en su vida, hasta el momento:
         — “La vida me lleva de la mano al tercer acto. Los sesenta a la vuelta de esa curva de Abril y la verdad, como si nada. Hermosa esta existencia. Tan mía, tan elegida. Desde esta lontananza oteo el ho-rizonte y mi corazón está tranquilo. Desfilan ante mis ojos tan hermosos momentos. Tantos. Peón oficioso de esta batalla por los pobres, por la familia y por mí mismo. Cuando estuve del lado del bien de nada me arrepiento. Un nuevo adiós a los amigos tan queridos que con tanta nobleza de tantas ma-neras cantaron en coro «¡Qué se rinda tu madre!». Ya casi lo vi todo. Siete países tanta humanidad reunida en una sola vida. África en mi corazón y yo sintiéndome ciudadano centroamericano aunque la Nicaragua  tan coqueta  sea mi AMADA. Tan diversos pero tan idénticos. Cuando fui más allá del color de la piel y las señales culturales solo encontré los mismos afanes. Vieja paradoja de la humanidad donde el sino ha sido la mezcla. A veces los valores ensalzados y otras veces degradados. Humanos al fin, imperfectos. El Mariano ni santo, ni incólume. (Vida nada me debes, vida estamos en paz)
         De la lectura del conjunto de su obra también se deducen:
         a) El amor persistente hacia su pareja (El sol del recuerdo; No he cesado en mi empeño de quererte; El amor me ha tomado por asalto; Dentro de algunos años; Homenaje al amor).
         b) El amor entrañable, la alegría y esperanza por la familia constituida (Abro la máquina y tú me miras desde la pantalla; Lleno de nosotros; ¿Quién causa tanta alegría?; El nieto; Una historia de besos robados).
         c) Orgullo por sus hijos (De esta tempestad ingenua; Mi big bang particular).
         d) Compromiso con el cambio social (No es fácil).
         e) Gratitud hacia los amigos (La Maestría).
         f) Amor patriótico (La Maestría; Vida nada me debes, vida estamos en paz).
         g) Amor filial (especialmente a la madre) (La Maestría).
         h) Gratitud, orgullo y tranquilidad por la vida profesional (La Maestría).
         i) Serenidad y tranquilidad ante los últimos años de la vida. (Vida nada me debes, vida estamos en paz)
         Conclusión
         El lector podrá juzgar con plena libertad los valores literarios de esta obra de Mariano Salazar, pues, justamente, tal es el propósito de todo escritor que se atreve a publicar su trabajo, como un acto de negación del egoísmo estético (al que le basta su propio gusto, aplaudiéndose a sí mismo y buscando solo en sí la piedra de toque de lo bello en el arte). Sin embargo, espero que podamos coincidir en que resulta muy productivo incorporar el estudio o exploración de las emociones y sentimientos al análisis racional del comportamiento de los agentes sociales (identificación de sus fines u objetivos, de sus intereses funcionales o históricos, de sus ideologías). Los relatos biográficos, históricos, sociopolíticos o literarios, entonces, podrían ofrecernos una representación enriquecida de las comedias, dramas, tragedias y aventuras humanas. Si tenemos la fortuna de coincidir en esta idea, sin duda tendremos que agradecerle mucho a Mariano Salazar por su generosa contribución, Sin secretos.

Vicente Baca Lagos
Madrid, 20 de mayo de 2014





[1]   Para Weber, por ejemplo, la emoción era una desviación irracional de la acción social; Durkheim, en cambio, consideraba que la afectividad está en el centro de la vida social.
[2]   Uno de los principales objetivos del Instituto que dirige Damasio en la Universidad del Sur de California es comprender las emociones sociales para poder abordar el conflicto social.