Barack Obama se acercó a Raúl Castro. Se saludaron. Castro sonrió. El encuentro ocurrió en diciembre de 2013,
en el funeral de Nelson Mandela en Johannesburgo (Sudáfrica). Fue breve: seis segundos.
La cordialidad entre los presidentes de Estados Unidos y de Cuba
sorprendió al mundo. Ambos llevaban medio año embarcados en un proyecto
secreto: el deshielo en las relaciones entre dos países enfrentados
durante más de medio siglo.
La caída del último muro de la Guerra Fría en América es el resultado de un esfuerzo que empezó en 2009
Esta semana, un año después del saludo en el estadio,
Obama y Castro han anunciado la normalización de las relaciones.
Washington y La Habana intercambiarán embajadores. EE UU retirará a
Cuba de la lista de Estados que patrocinan el terrorismo, y facilitará
el comercio y los viajes.
La caída del último muro de la Guerra Fría en América es el resultado de un esfuerzo que empezó en 2009.
Ese
año Obama —un senador novato que, con una retórica ilusionante,
prometía hablar con los enemigos de su país y arreglar el mundo— llegó a
la Casa Blanca. Pero no fue hasta la primavera de 2013 cuando el
presidente de EE UU, en su segundo y último mandato, autorizó el inicio
de unas negociaciones en las que, además de emisarios de los Gobiernos
estadounidense y cubano, han participado el Vaticano, como mediador, y
Canadá y el propio Vaticano como anfitriones de la mayoría de las
reuniones. “Hoy América decide liberarse de las cadenas del pasado para
alcanzar un futuro mejor”, dijo Obama el miércoles en la Casa Blanca.
Esta es una primera aproximación, elaborada a partir de entrevistas y
declaraciones de protagonistas y observadores, de esta negociación. Sus
protagonistas son jóvenes asesores de la Casa Blanca —personajes que se
parecen más a actores secundarios de la serie
El Ala Oeste que
a negociadores de la Guerra Fría—, veteranos emisarios del aparato
diplomático más antiguo de la tierra, el Vaticano, y representantes de
uno de los últimos regímenes comunistas del mundo. Incluye varios espías
curtidos y un cooperante,
Alan Gross, detenido en La Habana en diciembre de 2009 y
liberado el pasado miércoles en el marco del canje de presos —tres espías cubanos detenidos en EE UU por un espía de EE UU detenido en Cuba— que ha logrado el deshielo entre EE UU y Cuba.
Las negociaciones comenzaron en junio de 2013 en Canadá, pero la
prehistoria de la negociación comenzó casi un año y medio antes. El
senador demócrata Patrick Leahy, que voló con Gross a bordo del avión
que devolvió al contratista a EE UU, y su asesor Tim Rieser conocían
bien a los Castro desde los años noventa. Y a ambos les preocupaba la
detención de Gross.
A principios de 2012, Leahy y Rieser abordaron el caso con las
autoridades cubanas, incluido con el presidente Raúl Castro, y “cómo
podía llevar a algo más grande”, recuerda Rieser. Se lo comunicaron a la
Casa Blanca.
“Leahy sintió que este era el momento, con Obama en la Casa Blanca,
de intentar mover nuestra relación con Cuba hacia otro lugar y sabíamos
que eso iba a requerir traer a Gross de vuelta”, explica el asesor del
senador, con experiencia en otros casos de presos en el extranjero.
Pero advirtieron a la Administración de que
pedir únicamente la liberación de Gross era “una estrategia sin posibilidades
de éxito”. “Cualquiera que sepa algo de los Castro sabe que no
responden bien a los ultimátums. Los cubanos dejaron claro que estaban
ansiosos por hablar con EE UU pero que no estaban preparados para hacer
concesiones unilateralmente”, añade Rieser.
Obama adoptó, tras llegar a la Casa Blanca, algunas medidas para
flexibilizar el envío de remesas a Cuba y los viajes de cubanoamericanos
a la isla. Pero tuvo que sufrir una pequeña humillación en la Cumbre de
la Américas que se celebró en Colombia en abril de 2012, y ver cómo
Cuba iniciaba una tímida liberalización, para decidirse a apretar el acelerador.
En la cumbre, Obama escuchó el clamor del resto de socios —incluidos
aliados como Colombia y México— contra el embargo de EE UU a Cuba y
en favor de invitar a este país a la próxima cumbre.
Tras salir reelegido en las presidenciales de 2012, sin ruido ni
publicidad, el mandatario situó Cuba como una de las prioridades de su
política exterior. Tras el fiasco de la cumbre, el presidente cambió de
consejero en asuntos latinoamericanos. Sustituyó a Dan Restrepo por
Ricardo Zúñiga con el objetivo de impulsar el contacto con La Habana.
En la primavera de 2013,
el presidente de EE UU autorizó “discusiones exploratorias” con funcionarios cubanos.
Los primeros intercambios de mensajes fueron a través de la Sección de
Intereses de EE UU en La Habana, que hace funciones de embajada desde el
fin de las relaciones diplomáticas, en 1961, y a través de las
delegaciones de ambos países en la ONU, en Nueva York.
Obama designó a dos emisarios atípicos: su escritor de discursos y
consejero predilecto en política exterior, y un diplomático nacido en
Honduras con experiencia en asuntos cubanos.
Tras el fiasco de la Cumbre de las Américas de
2012, EE UU cambió de consejero en asuntos latinoamericanos para
impulsar el contacto con La Habana
Ben Rhodes, nacido en 1977, y Zúñiga, nacido en 1970 y emigrado a EE
UU cuatro años después, forman una extraña pareja: poco conocidos fuera
de los círculos diplomáticos y políticos de Washington y sin el caché de
otros negociadores del pasado, como Henry Kissinger o Zbigniew
Brzezinski.
Pocas personas gozan de la confianza del presidente como Rhodes. El
alambicado nombre de su cargo —asistente del presidente y viceconsejero
de Seguridad Nacional para Comunicaciones Estratégicas y Escritura de
Discursos— no refleja su influencia real. Rhodes era un aspirante a
novelista hasta que los
atentados del 11 de septiembre de 2001
en su ciudad, Nueva York, le cambiaron la vida. Empezó a escribir
discuros para el congresista Lee Hamilton. En 2008 se unió al equipo de
campaña del entonces senador Obama. Su victoria le llevó a la Casa
Blanca, donde sus poderes no han dejado de crecer. El de Cuba no es el
primer acuerdo con un país rival que ayuda a negociar. En 2011
contribuyó a la apertura a Birmania y las negociaciones con el régimen
militar del país asiático.
En el Vaticano se destaca el papel de Pietro Parolin, quien de 2009 a 2013 ejerció como nuncio en Venezuela
La trayectoria de Zúñiga, hijo de un diplomático hondureño y una
ciudadana de EE UU, es distinta. No proviene de la política, como
Rhodes, sino del servicio diplomático. Director para el Hemisferio
Occidental en el Consejo de Seguridad Nacional desde 2012, Zúñiga
ejerció antes como consejero político en la Embajada de EE UU en
Brasilia, dirigió la Oficina de Asuntos Cubanos en el Departamento de
Estado y estuvo destinado en la Sección de Intereses de EE UU en La
Habana.
Seguidor de la serie de intriga política
House of Cards y
lector de Mario Vargas Llosa, el diplomático fue viceconsejero político
de la Embajada de EE UU en Madrid entre 2004 y 2007, donde se ocupó de
la cooperación antiterrorista entre EE UU y España.
En el Vaticano se destaca el papel del siempre discreto
Pietro Parolin, el actual secretario de Estado, quien desde 2009 hasta 2013 ejerció como nuncio en Venezuela.
Los intentos de obtener la identidad de los negociadores cubanos han resultado infructuosos.
Canadá ejerció de anfitrión, no de mediador, en siete sesiones negociadoras
Canadá ejerció de anfitrión —no de mediador— en, como mínimo, siete
de las nueve sesiones negociadoras. Seis reuniones se celebraron en la
capital, Ottawa, y una en Toronto, la ciudad más poblada del país.
Rhodes y Zúñiga volaban en vuelos comerciales, sin despertar sospechas
ni alterar sus agendas en la Casa Blanca. La distancia de La Habana es
mayor: cinco horas.
No es casualidad que Canadá fuese el país elegido. Aliado estrecho de EE UU y miembro de la OTAN, también
ha sido durante décadas uno de los países occidentales más cercanos a Cuba.
Canadá era campo neutral, un papel comparable al de Austria o Finlandia
en la Guerra Fría. Canadá jamás rompió relaciones diplomáticas con
Cuba.
En la primavera de 2014, las negociaciones lograron un impulso decisivo. Primero, tras la
reunión del papa Francisco con Obama, el 27 de marzo en el Vaticano.
Después, cuando EE UU recurrió a una táctica habitual en la Guerra Fría
y se sacó una carta oculta en la negociación por el intercambio de
presos: un cubano que había espiado para EE UU y estaba preso en Cuba
desde hacía casi veinte años.
La nueva carta permitía a EE UU plantear la negociación como un
intercambio de espías, puesto que Gross era para Washington sólo un
cooperante y así lo ha mantenido hasta el final.
Rieser, el asesor del senador Leahy, siguió participando en el
diálogo, con un “contacto cercano” con Zúñiga. Su objetivo era apoyar y
asesorar a Obama y a Zúñiga en las discusiones.
En verano,
el Papa envió sendas cartas a Obama y a Castro.
En ese momento, según Rieser, las posibilidades de un acuerdo
Washington-La Habana eran "muy buenas". Pero también se sabía que podían
saltar por los aires en cualquier momento: si la salud de Gross
empeoraba, todo descarrilaría y el deshielo podría quedar aplazado años o
décadas.
En la Cuba de hoy, la presencia de la Iglesia de
Roma es todavía muy debil, en comparación con el papel que jugó en la
transición de países como Chile y Polonia
Cuba era consciente de ello. En cuatro llamadas telefónicas durante
el pasado verano, el secretario de Estado de EE UU, John Kerry, advirtió
a su homólogo cubano, Bruno Rodríguez Parrilla -al que conocía de su
etapa como presidente del Comité de Exteriores del Senado-, que si le
pasaba algo a Gross "nunca habría una mejor relación con Estados
Unidos", según revela un funcionario del Departamento de Estado que pide
el anonimato.
El papel del Vaticano ha sido central. Durante los últimos meses las
reuniones internas en el Vaticano han sido numerosas. Como Canadá,
la Santa Sede nunca interrumpió las relaciones diplomáticas con Cuba.
Ya desde Juan XXIII, la derecha más ultramontana ponía en circulación
el rumor de que Fidel Castro iba a ser excomulgado. “No sé de donde
salió esa historia”, explica ahora el secretario particular de Juan
XXIII, el cardenal Loris Capovilla, quien acaba de cumplir 99 años,
“pero es solo una leyenda. Ni se le pasó jamás por la cabeza al papa
Juan ni a sus sucesores”.
El milagro es que nada se supiese ni filtrase hasta este miércoles
Juan XXIII se enfadó mucho cuando se enteró de que, nada más estallar
la revolución de Fidel Castro, los curas y las monjas católicas estaban
saliendo de Cuba a toda prisa: “¡No pueden escapar, la Iglesia no se
escapa nunca, es necesario que se queden allí!”. Aquel enfado del papa
Roncalli es recordado ahora por el que ya entonces era su secretario
particular, Capovilla. “No podré olvidar nunca el dolor y la decepción
del papa Juan por la fuga del clero local tras la llegada al poder de
Castro".
Aquella tarde el Papa estaba furioso y no paraba de repetir: "¡Las
relaciones diplomáticas no se interrumpen nunca!”. Aquel enfado se
tradujo durante las décadas siguientes en un acercamiento constante,
silencioso, difícil muchas veces, pero tan firme que dos papas
considerados muy conservadores,
Juan Pablo II y Benedicto XVI, apoyaron las relaciones diplomáticas visitando la isla.
En la Cuba de hoy, la presencia de la Iglesia de Roma es todavía muy
débil —en comparación con el papel que jugó en la transición de países
como Chile y Polonia—."Y sin embargo, la Iglesia es hoy la única entidad
que recibe apoyo del exterior en Cuba y no es criticada por ello por el
régimen castrista”, declara Eusebio Mujal-León, profesor en la
Universidad jesuita de Georgetown, en Washington, y autor de varios
libros sobre Cuba y América Latina.
Con estas negociaciones, termina una etapa en la diplomacia y en la presidencia de Barack Obama
No cabe duda de que el Vaticano desea penetrar en la isla. Si se
abren iglesias y se destinan curas a Cuba se da el primer paso para
acceder a la eduación en las escuelas y entrar en la televisión, por
ejemplo, como camino para una nueva evangelización postcastrista.
Fue en el Vaticano donde, el pasado octubre, se selló el acuerdo
sobre el intercambio de presos y los primeros pasos hacia la
normalización. En noviembre, en la última de las reuniones, los
negociadores acabaron de perfilar los detalles técnicos en Canadá.
El milagro es que nada se supiese ni filtrase hasta este miércoles por la mañana, cuando la Casa Blanca anunció el acuerdo.
"Tenía que hacerse así para mantenerlo en secreto y para que funcionase”, dice
Peter Kornbluh, director del Proyecto de Documentación de Cuba y coautor de
Back channel to Cuba
(Canal oculto a Cuba), unas historia de los contactos secretos entre
Washington y La Habana desde la revolución de 1959. “Es posible que sea
el último gran episodio de diplomacia por canales ocultos entre Estados
Unidos y Cuba", añade Kornbluh.
Con estas negociaciones, termina una etapa en la diplomacia y en la presidencia de Barack Obama.
En julio de 2007, cuando Obama le disputaba a la experimentada Hillary
Clinton la candidatura demócrata a la Casa Blanca, un ciudadano les
preguntó en un debate si estaban dispuestos a reunirse con el líder de
Cuba sin condiciones previas.
“Sí”, respondió Obama.
Clinton respondió que no.
Ahora Obama, que se ha declarado abierto a viajar a La Habana en el futuro, puede cumplir aquel vaticinio.
Esta información ha sido elaborada por Yolanda Monge, Joan Faus y Marc Bassets en Washington y Pablo Ordaz en Roma.