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martes, 23 de diciembre de 2014

El hombre después del hombre

Cortesia del Dr. Marco Salas.

http://app.eltiempo.com/lecturas-dominicales/el-hombre-despues-del-hombre/14932098

El hombre después del hombre

Foto por: SHUTTERSTOCK
"Hoy, en muchas, además del médico, intervienen también ingenieros, biólogos, diseñadores, técnicos y otros profesionales"

Gran desafío moral es decidir hasta qué punto se delega a la tecnología diseñar el futuro humano.

Por: GLORIA HELENA REY
Caminamos en sentido contrario del robot Andrew que lucha por convertirse en ser humano y que interpretó el fallecido Robin Williams en “El hombre bicentenario”, película de ciencia ficción dirigida por el Chris Columbus en 1999.
Basada en un cuento del escritor y bioquímico ruso Isaac Asimov y en la novela El hombre positrónico, que escribió junto con Robert Silverberg, ‘El hombre bicentenario’ muestra a un robot que sueña con enamorarse, envejecer y morir como todos los seres de nuestra especie, y lo consigue.
Sin embargo hoy, por los avances de la ciencia y la tecnología, estamos en la orilla opuesta de Andrew. Los humanos queremos vivir más y mejor, aunque implique agregar piezas artificiales a nuestra anatomía, que alteran la esencia de la especie, cambian su identidad y encaminan hacia la fusión hombre-máquina, lo que modificará la sociedad en menos de 20 años, según algunos científicos.
Pero otros, como el ingeniero científico colombiano Hernando Ramírez Llinás, exinvestigador del Instituto de Biología Molecular de la Universidad El Bosque en Bogotá, consideran que no hay que esperar tanto pues “la fusión ya es una realidad”. Se inició hace décadas cuando comenzamos a utilizar anteojos para ver mejor, injertos cocleares para potenciar el oído o marcapasos para mejorar el funcionamiento del corazón.
Cada vez que incorporamos a nuestro cuerpo un elemento ajeno para optimizar sus funciones, caminamos hacia el nuevo hombre, hacia el humano modificado por la ciencia, hacia el posthumano.
“Hoy, en muchas situaciones, además del médico, intervienen también ingenieros, biólogos, diseñadores, técnicos y otros profesionales”.
Estamos cambiando como especie a una velocidad de vértigo y nos transformamos, no porque evolucionemos sino por el impacto de la ciencia y la tecnología sobre nuestro género. “Hoy la especie humana no representa el fin sino el principio de la evolución. Estamos entrando en una era totalmente nueva de la historia de la humanidad. La tecnología nos llevará más allá de lo que se describe hoy como humano”, afirma Ramírez.
Avances de ciencia y tecnología están mejorando la calidad y prolongando la vida del ser humano pero alejándolo del Homo sapiens que definen diccionarios o enciclopedias. Desde hace años somos una nueva especie, el hombre, después de ese hombre que describen los libros.
Actualmente millones usamos anteojos, otros tantos, marcapasos, prótesis, implantes de diversa índole, senos, caderas, colas, narices, ojos y hasta rostros postizos y cartílagos, huesos y pieles diseñadas en computador e impresas en silicona, nylon o en tejido vivo en 3 dimensiones 3D, entre muchas otras cosas.
El impacto del futuro sobre nuestra especie es hoy sobresaliente en personas discapacitadas, rehabilitadas con prótesis biónicas, por ejemplo. También en el manejo, con el pensamiento, de dispositivos robot y exoesqueletos, como el que se utilizó en el último Mundial de Fútbol en Brasil, que permitió a un parapléjico caminar 25 metros y dar el puntapié que lo inauguró. “Nos enfrentamos a un ser humano distinto al de otros siglos y, probablemente, en 15 años no seremos los más inteligentes sobre el planeta”, pronostica Ramírez.
Hoy estamos en el medio del “shock del futuro”, que anunciaba el escritor futurista norteamericano Alvin Toffler hace 34 años. Según él lo entendía, el shock o choque se produce cuando se registran demasiados cambios en un corto periodo.
Por ejemplo, si hace una década un accidente destrozaba la piel humana, hacía añicos un hueso o el paso de los años derretía los cartílagos de las rodillas o pulverizaba los huesos que sostienen los dientes de los mayores, lo aceptábamos como una mala pasada del destino o como el cruel e implacable deterioro de la vejez, pero las cosas cambiaron.
Hoy, piel, hueso o cartílago pueden diseñarse en un computador e imprimirse en una bioimpresora en 3 dimensiones 3D o regenerarse a partir de las células madre del afectado y crecer de nuevo con una emulsión fabricada con la propia sangre, como lo hace la bióloga colombiana Elda Restrepo en el Instituto de Regeneración Tisular (IRT) en Bogotá.
“El organismo se recupera por memoria biológica y aprovechamos eso para reconstruir piel, hueso cartílago, ligamentos, tendones, pelo y realizamos estudios para regenerar otro tipo de tejidos. Trabajamos con lo que se conoce como bilogía inteligente”.
Por otro lado, la creación de la bioimpresora en 3D hace 4 años inició la mayor revolución de la medicina del siglo XXI y lo cambiará todo, según el ingeniero mecánico aeroespacial Jonathan Butcher, profesor asociado en el Departamento de Ingeniería Biomédica de la Universidad de Cornell.
La medicina del siglo XXI es multidisciplinaria. Hoy, en muchas situaciones, además del médico intervienen también ingenieros, biólogos, diseñadores, técnicos y otros profesionales. Una prueba son las gafas para facilitar la marcha a los enfermos de Parkinson, creadas hace poco por un diseñador industrial y dos neurólogos colombianos.
“Los médicos de este siglo tendrán que saber sobre impresión 3D y familiarizarse con los avances de la tecnología”, nos dice Butcher. “Estamos regenerando tejido óseo, a la medida, a través de la reconstrucción guiada con membranas de titanio. También hacemos implantes odontológicos y estamos próximos a desarrollar nuestro primer cráneo”, revela con sorprendente naturalidad el diseñador industrial colombiano Mario Prieto.
La bioimpresora en 3D cambiará también la psiquis del hombre y en consecuencia las sociedades, en la medida en que se perfeccionen las técnicas para producir partes perfectas del cuerpo en un computador, se impriman e instalen en nuestro organismo, como si fueran partes de un automóvil.
Súperhombre
Hasta hoy, la impresión en 3D ha propiciado grandes avances como “la impresión de los tejidos de la red vascular, del oído, la válvula cardíaca, hueso, menisco y disco vertebral. Una de sus grandes ventajas es que el tejido que se reemplaza puede ser diseñado fuera del quirófano y entregado de forma inalámbrica para su impresión y uso en la sala de operaciones. Las células madre pueden ser aisladas directamente durante la cirugía y mezclarse con los componentes de la impresión”, explica Butcher.
A eso se añaden adelantos en nanotecnología o manipulación de la materia a nivel de átomos y moléculas, que han permitido combatir enfermedades sin ocasionar efectos colaterales y avances obtenidos en bioingeniería como “la descelularización y repoblación de órganos; la obtención en vivo de imágenes moleculares, tanto para identificar como para atacar enfermedades terapéuticamente y la Edición Genómica, que permite sumar / restar / modificar el ADN de un organismo vivo”, según Butcher.
Algunos científicos admiten que, en menos de dos décadas, estaremos reemplazando hígados, páncreas, riñones y otras partes dañadas del cuerpo por piezas nuevas diseñadas en computador con el mismo ADN y características de tejido del individuo afectado.
Pero la inmediatez con que se empiecen a producir las partes del cuerpo en 3D no será igual para todos los tejidos y órganos humanos. “Sucede hoy con huesos, piel, cartílago y potencialmente con tendones y ligamentos, pero será más complicado con corazón, cerebro, riñón y páncreas, aunque siempre surgen nuevas tecnologías de las tecnologías conocidas”, añade Butcher.
Lo anterior lleva a redefinirnos como especie. Si en el pasado, por la filosofía clásica y la taxonomía en biología, se definía al hombre como “un organismo cohesionado que ocupa una única región espaciotemporal que le pertenece de forma exclusiva”, esa definición tendría que ajustarse.
“Biotecnología, Nanotecnología, Infotecnología y Cognitivotecnología son hoy los cuatro pilares cuyo acelerado desarrollo, presente y futuro, harán evolucionar de Homo sapiens hacia organismos posthumanos”, nos dice el psiquiatra colombiano Alfonso Rodríguez, director del Área Psicosocial de la Facultad de Medicina de la Universidad El Bosque.
“Ese rediseño potenciará cada vez más nuestras dotes físicas y mentales, dejando de ser la única forma de vida consciente en el planeta y transformando, entre otras cosas, nuestra identidad, moralidad y funcionamiento social”.
Aunque la incorporación de prótesis o piezas artificiales en el humano es algo de vieja data, el punto está en qué grado las alteraciones modifican la imagen corporal o las funciones humanas. “Entre más lo hagan, más se requerirá el ajuste del ‘Yo psicológico’ al ‘Yo corporal’. El hombre modificado, el posthumano, “tendrá que poner a prueba su capacidad de adaptación a una diferente imagen corporal y sufrir un proceso de incorporación de lo extraño en no extraño y propio. Si hay alteraciones psicológicas previas o no, se incluye un manejo integral biopsicosocial en el uso de las tecnologías, se aumentará el riesgo de desequilibrios psicológicos”, afirma.
Las transformaciones corporales en el hombre que conocemos hoy también cambiarán su forma de pensar. En la actualidad ya hay cambios en el cotidiano humano por el impacto de la tecnología. “Asistimos a la forma diferente de pensar de los niños, por ejemplo. Su cerebro tiende a hacer procesos multiárea y su mundo hace rato no es lineal, plano, cuadriculado o cúbico. Es poliédrico (es decir multidimensional), que es bueno pues los ayuda a ver más allá en ciencia, traspasando las barreras de lo sensible”, resalta Rodríguez.
Al tiempo que cambiamos física y mentalmente, las sociedades se transforman. No tendremos que esperar hasta el 2050 para que se cumpla lo que Aldous Huxley imaginó en su novela Un mundo feliz, en 1932 que, aunque despertó críticas y burlas, hoy es evaluada de forma diferente.
Eso, debido a la creciente atomización de la familia; la brecha en aumento entre ricos y pobres; los efectos de la globalización sobre la identidad de los pueblos; el incremento del consumo; la proliferación de drogas psicoactivas; la progresiva deshumanización del hombre y los avances de la ciencia y la tecnología, que aíslan cada vez más al ser humano de sus congéneres de especie.
Ejemplos inmediatos de lo último son los Iphones, los narcotizantes videojuegos, tablets y otros aparatos, considerados inteligentes, que alejan de la comunicación con el otro incluso estando frente a él.
El ingeniero finlandés Pentti Malaska, expresidente de la Federación Mundial de Estudios del Futuro (World Future Studies Federation, WFSF), afirmó que la evolución biológica está llegando a su límite, que seres posthumanos biodiseñados surgirán y darán lugar a varios tipos de organismos como los “Bio-orgs, bioorganismos codificados proteínicamente atados a su ambiente natural o los Cyborgs u organismos cibernéticos, que son mezcla de elementos biológicos y mecánicos con acción en el entorno tradicional y utilización del espacio cercano, entre otros”.
Se estima que por lo menos un 12 % de la población de EE. UU. podría ser considerada como Cyborgs, ya que en términos prácticos emplean piezas biónicas como marcapasos, prótesis artificiales, etc. y que crecerá la población de Geborgs, organismos manipulados genéticamente.
No todos los humanos podrán evolucionar de igual manera y, cual neardentales, algunos se extinguirán. Los que evolucionen serán unos más posthumanos que otros, ratificando la predicción de Huxley con respecto a la sociedad que describe, compuesta por seres programados para ser felices en sus roles mediante la biotecnología. “La tecnología en sí misma no es ni buena ni mala pero todo depende de lo que se haga con ella.
Por eso, la investigación científica debe estar cada vez más atravesada por la ética y los estudios críticos de la ciencia social”, afirma el doctor Rodríguez, pero admite que le preocupa que aumenten las brechas sociales, que termine comercializándose y no beneficie a la mayoría.
Según Arthur Caplan, el reconocido doctor norteamericano en Bioética, que dirige el Centro de Bioética de la Universidad de Pensilvania, el hombre enfrenta, por lo tanto, “el mayor desafío moral de su historia porque debemos decidir hasta qué punto queremos diseñar a nuestros descendientes”.
GLORIA HELENA REY

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