Emwazi, la forja inglesa del criminal más odiado del mundo
Día 08/03/2015 - 13.52h
Su padre le llama «perro» y lo quiere muerto, sus profesores dicen que era un buen alumno. Así se convirtió en Jihadi John
El colegio londinense Quintin Kynaston,
fundado en 1886, está cercano a dos símbolos quintaesenciales de la
cultura popular inglesa. El centro, con más de mil alumnos y rodeado de
avenidas arboladas, se encuentra en la parada siguiente a Baker Street,
la calle del inexistente Sherlock Holmes, y a diez minutos caminando del
paso de cebra más famoso del mundo, el de Abbey Road, que cruzaron los
Beatles en su triunfo crepuscular. El 70% de sus alumnos son musulmanes. A
las cuatro de la tarde de un viernes soleado van saliendo de clase, con
sus uniformes de americana gris y corbata. Chicos y chicas adolescentes
conversan de buen rollo. Algunas completan su atuendo con un velo.
El colegio fue visitado dos veces por el primer ministro Tony Blair, como
ejemplo de buena tarea docente. Pero ahora ha cobrado celebridad por un
motivo tétrico: allí estudió su educación secundaria, hasta 2006, el
que puede que sea el criminal más odiado del mundo y sin duda alguna el
más buscado: Mohamed Emwazi, de 26 años, más conocido como Jihadi John. El verdugo encapuchado de Estado Islámico,
que ha oficiado el asesinato de cinco rehenes indefensos y maniatados,
seguramente vio pasar a Blair por su aula. Tal vez hasta le dio la mano a
«su» primer ministro.
Episodios de acoso escolar
Jo Shuter, una
cincuentona rubicunda, fue hasta 2013 la directora de Quintin Kynaston,
empleo que perdió por un desfalco (7.000 libras de la caja de la escuela
desviadas para su fiesta de cumple). Jo recuerda bien al adolescente
Emwazi. Afirma que conocer su nueva identidad le supuso un «shock, un
horror». En su memoria, Emwazi, cuyos hermanos estudiaban también allí,
sufrió al principio algunos episodios de acoso e hizo «las típicas cosas
de los adolescentes». Pero luego evolucionó hasta convertirse en «un
chico tranquilo, que trabajaba duro y con mucha ambición, porque hasta consiguió ir a la Universidad que quería».
Un niño que llegó de su Kuwait natal a los seis años, se adaptó a la vida inglesa y hasta se graduó en programación informática en la Universidad de Westminster.
Un crío que cursó primaria en una escuela de la Iglesia de Inglaterra,
donde era bueno en ajedrez, poco sociable y muy inteligente. Las fotos
de entonces muestran a un niño delgado y moreno, con uniforme de jersey
rosado y polo blanco, de pelo ondulado y orejas grandes, hincha del Manchester United. Su cara luce una sonrisa enorme, blanca e ilusionada. Una buena historia de integración. Que en realidad nunca fue tal.
La familia vive protegida por la seguridad británica con un dispositivo que cuesta 6.000 euros
El padre, Jassem Emwazi,
de 51 años, trabajó de taxista en Londres y pronto regresó a Kuwait,
aunque viaja con frecuencia a Inglaterra. Allí está empleado en el
almacén de una cooperativa agrícola. El lunes fue interrogado por las
fuerzas de seguridad. Llorando constantemente, llama a su hijo «perro»
–grave insulto para un musulmán–, asegura que desea su muerte «cada día»
y lamenta «no haberlo podido controlar».
De Kuwait al Reino Unido
Los Emwazi eran unos parias en su Kuwait de origen por
doble motivo: formaban parte de la tribu de los Bedoons, un grupo
marginado allí, que carecía del derecho a la ciudadanía completa; y
además simpatizaron con Sadam Husein durante su invasión. El padre de
Jihadi John era policía en Kuwait.
Pero tras la guerra fueron perseguidos por apoyar a Sadam y finalmente
lograron viajar al Reino Unido en 1993 como refugiados políticos. Ahí es
cuando Mohamed, de seis años, se convierte en un niño inglés, que juega
al fútbol 7 (ha aparecido un vídeo donde se le ve en acción), al
ajedrez…
Un compañero recuerda a Mohamed en la escuela hablando bien de Hitler
¿Pueden unos padres oír la voz de su hijo, ver sus ojos, y no reconocerlo? Ghania rompió a gritar «¡es mi hijo!»
cuando el pasado agosto vio la primera aparición ante el mundo del
psicópata del cuchillo, Jihadi John, que con su acento de Londres hacía
de maestro de ceremonias en la decapitación del periodista estadounidense James Foley.
Luego vendrían cuatro rehenes más. En septiembre se empezó a sospechar
de él. Sus padres conocían el horrible secreto desde el primer momento.
Nunca avisaron a la policía.
Los «London Boys»
En el colegio, Mohamed Emwazi era un chico introvertido y religioso, pero
no intrusivo, que rezaba en la mezquita de Regent’s Park. Pero en 2006
pasa a la Universidad de Wesminster, un centro donde el radicalismo
tiene un buen caldo de cultivo amparado en la libertad de debate,
que permite conferenciar allí a salafistas. Es entonces cuando se
integra en una célula durmiente de Al Qaida llamada los «London Boys»,
que trabajan para Al Shabab, la rama somalí del grupo terrorista. Son
días de doble vida.
En la Universidad le gusta la buena ropa, impresionar a las
chicas y saca sus estudios adelante. «Era diligente, trabajaba duro. Responsable, reservado y tranquilo. Tenía todo lo que debe tener un estudiante», recuerda uno de sus desconcertados profesores.
Pero ya dejaba indicios de su otro yo. En una ocasión su
hermano Omar fue golpeado en una pelea de pandilleros. Mohamed, ya en la
Universidad, se presentó en el barrio de Ladbroke Grove, al Oeste de
Londres, en un coche y acompañado de dos salafistas barbados.
Patrullando, encontraron a los agresores. Los subieron al coche, los desnudaron y los dejaron como vinieron al mundo en la autopista M1.
En 2009, casi dos mil personas celebran en Harrow, frente a una mezquita del noroeste de Londres, el octavo aniversario del 11-S. Uno de los oradores enfebrecidos es el futuro asesino que degollará en la calle al soldado Lee Rigby.
En el público un joven alto porta una bandera con letras en árabe.
Lleva el rostro encapuchado. Solo se ven sus ojos. Mohamed Emwazi, un
veinteañero al que le gusta la ropa Nike y el pop chicle de S Club 7, se
está convirtiendo en Jihadi John.
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