00 Una mirada joven y radical...
Palabras inmortales de un joven sobre los acontecimientos en Pari:
"...la mierda esa era era un maldito monumento a la intolerancia,
racismo y la arrogancia colonialista francesa, incentiva la xenofobia,
les pasan la cuenta y ahora ellos son los martires!!!!
mataron a civilizados europeos!!! ohhhh Dios no!! los barbaron arabes bestias...
esos maes se metieron a una guerra de ideas, eran medios de propaganda y
ahora no asumen las consecuencias de su propaganda de querra, si vas a
pelear con armas o con dibujos sabelo que es guerra y la gente no llega a
tomarse de las manos a un campo de batalla..."
Completamente de acuerdo.
Clase falta de sentido común, nadie excusa el radicalismo de los
perpetuadores porsupuesto... pero la libertad de expresion se acaba
cuando se acaba el respeto por la otra cultura... cosa que Charlie Hebdo
NUNCA tuvo... Era evidente que habrian represalias... y ahora el festin
de los medios que vuelven santos a los franceses y sus causas y
demonizan a todo el mundo musulman....
A continuacion...visiones mas prudentes, mas maduras, mejor informadas?
01 http://elpais.com/elpais/2015/01/09/opinion/1420821463_047382.html
El instante churchilliano de la V República
Francia se enfrenta a dilemas que van desde los límites de la lucha
antiterrorista al papel de la comunidad islámica frente al yihadismo. Su
resolución determinará la conformación del país
Doce rostros. Doce nombres, algunos de los cuales pronunciaron para
identificarles específicamente antes de ejecutarles. Doce símbolos,
llorados en todo el mundo, de la libertad de reír y de pensar, ahora
asesinada. Por esos 12, a Charb, Cabu, Wolinski, Tignousa, a Bernard
Maris, por esos mártires del humor que tantas veces nos hicieron morir
de risa y que por ella han muerto, por ellos tenemos la obligación, como
mínimo y sin la más mínima duda, de estar a la altura de su compromiso,
su valor y, hoy, su legado.
Las autoridades de la nación tienen ahora el deber de sopesar un conflicto que no deseaban pero que los periodistas de
Charlie
—esos cronistas y caricaturistas que eran, ahora lo sabemos,
corresponsales de guerra— estaban librando desde hacía muchos años, y en
primera línea. Estamos ante el instante churchilliano de la V
República. Es el momento de cumplir con el deber de atenernos a una
verdad implacable ante una prueba que se anuncia larga y terrible. Es el
momento de que rompamos con los discursos apaciguadores que nos sirven
desde hace tanto tiempo los tontos útiles de un islamismo soluble en la
sociología de la miseria. Y es el momento, ahora o nunca, de hacer gala
de una sangre fría republicana que hará que no nos abandonemos a las
funestas facilidades del Estado de excepción.
Un antiterrorismo sin poderes especiales. Francia
puede —y debe— levantar unos diques que no sean los muros de una
fortaleza asediada. Francia debe —y puede— poner en práctica un
antiterrorismo sin poderes especiales, un patriotismo sin Patriot Act,
una forma de gobernar que no caiga en ninguna de las trampas en las que
estuvo a punto de perderse Estados Unidos después del 11 de septiembre
de 2001. ¿No nos invitan de manera implícita a ello las palabras de John
Kerry, hace 10 años adversario desafortunado pero honorable del
mediocre apóstol del antiterrorismo que fue George W. Bush? ¿Acaso no
tuvo el homenaje que rindió en francés a las 12 víctimas, su
Je suis Charlie
recuperado en el mismo francés que el conmovedor discurso pronunciado
por el presidente Roosevelt en las ondas de Radio Londres el 8 de
noviembre de 1942, la doble virtud de subrayar la dimensión histórica
del suceso y al mismo tiempo dirigir a la nación hermana una discreta
advertencia contra la tentación, siempre posible, de la biopolítica
liberticida?
Nosotros, los ciudadanos, tenemos el deber de vencer el miedo, de no
responder al terror con el espanto y de armarnos contra esa obsesión con
el otro y esa ley de la sospecha generalizada que acaban siendo,
siempre o casi siempre, la consecuencia de sacudidas como esta. En el
instante de escribir estas líneas, la prudencia republicana parece haber
predominado. El
Je suis Charlie inventado de forma simultánea y
como con una sola voz en las grandes ciudades de Francia marca el
nacimiento de un espíritu de resistencia a la altura de lo mejor de la
historia. Y los incendiarios de almas que predican sin descanso la
división entre los franceses de origen y los que los son porque lo dicen
sus papeles, los provocadores de disturbios que, en el Frente Nacional,
veían estas 12 ejecuciones como una nueva sorpresa divina que demuestra
el avance inexorable del “gran reemplazo” y nuestro cobarde
sometimiento a los profetas de la “Sumisión”, se han quedado con dos
palmos de narices.
Tenemos el deber de vencer el miedo, de no responder al terror con el espanto
La unidad nacional es lo contrario de “Francia para los franceses”.
No obstante, hay que preguntarse: ¿hasta cuándo? Y es fundamental que,
cuando pase el tiempo de las emociones, sigamos respondiendo al lema de
“Francia para los franceses” de la señora Le Pen con la unidad nacional
de los republicanos de todas las tendencias políticas y todas las
procedencias que, en las horas siguientes a la matanza, salieron con
valentía a la calle. Porque la unidad nacional es lo contrario de
Francia para los franceses. La unidad nacional es, desde Catón el Viejo
hasta los teóricos del contrato social moderno, un bello concepto que,
emparentado como está con el arte de la guerra justa, no se equivoca
jamás de enemigo. La unidad nacional es la idea que hace que los
franceses hayan comprendido que los asesinos de Charlie no son los
musulmanes, sino una ínfima fracción de los musulmanes, compuesta por
quienes confunden el Corán con un manual de torturas. Y es obligatorio
que esa idea sobreviva a este increíble sobresalto ciudadano.
Aquellos que tienen por religión el islam tienen el deber de
proclamar en voz muy alta, y de forma muy multitudinaria, su rechazo a
esta forma pervertida de la pasión teológico-política. No es cierto,
como se dice demasiado a menudo, que a los musulmanes de Francia se les
conmine a justificarse; más bien —y es exactamente lo contrario— se les
convoca a manifestar que se sienten hermanos de sus conciudadanos
asesinados y, de esa manera, a erradicar de una vez por todas la mentira
de que existe una comunidad de espíritu entre su fe y la de los autores
de la matanza.
No en nuestro nombre. Ellos tienen la importante responsabilidad, ante la Historia y ante sí mismos, de gritar el
Not in our name
de los musulmanes británicos, que quisieron así refutar toda
posibilidad de asociación con quienes habían decapitado a James Foley;
pero tienen también la responsabilidad, aún más imperiosa, de declinar
su nombre, su verdadero nombre, como hijos de un islam de tolerancia,
paz y bondad. Hay que liberar al islam del islamismo. Es necesario
repetir que asesinar en nombre de Dios es convertir a Dios en un asesino
por poderes. Esperamos, no solo de los expertos en religión como el
imán de Drancy Chalghoumi, sino también de la inmensa muchedumbre que
constituyen sus fieles, la valiente modernización que permita enunciar,
por fin, que el culto a lo sagrado es, en democracia, un atentado contra
la libertad de pensamiento; que las religiones, a ojos de la ley, son
unos regímenes de creencias ni más ni menos respetables que las
ideologías profanas; y que el derecho a reírse de ellas o a discutirlas
es un derecho de todas las personas.
Islam contra Islam. Luces contra yihad. Este es el combate que nos aguarda
Este es el camino difícil, pero tan liberador, que seguían algunas
conciencias del Islam que tuve el honor de conocer en Bangladesh,
Bosnia, Afganistán y los países de la Primavera Árabe y cuyos nombres
quiero repetir aquí: Mujibur Rahman, Izetbegovic, Massud, los héroes y
heroínas caídos en Bengasi, como Salwa Bugaighis, bajo el fuego o los
cuchillos de los hermanos de barbarie de quienes han asesinado a Charb,
Cabu, Tignous y Wolinski. Es su mensaje el que debemos escuchar. Es su
testamento traicionado el que debemos hacer nuestro sin más tardar.
Ellos son, incluso después de muertos, la prueba de que el islam no
está condenado a sufrir esta enfermedad diagnosticada por Abdelwahab
Meddeb, el que más cruelmente vamos a echar de menos, de todos nuestros
poetas y filósofos, en los tiempos sombríos que se avecinan. Islam
contra Islam. Luces contra yihad. La civilización plural de Ibn Arabi y
Rumi contra los nihilistas del Estado Islámico y sus emisarios
franceses. Ese es el combate que nos aguarda y que, todos juntos, vamos a
tener que librar.
02
Héctor E. Schamis
10 ENE 2015 - 03:59 CET19
Halcones y palomas de la libertad de expresión
El rápido paso del ‘Je suis Charlie’ al “yo no soy Charlie” promueve
la autocensura y convierte a una sociedad en rehén del despotismo
Curiosamente, el miércoles del atentado en París sobraba indignación
en el mundo en defensa del principio inalienable de la libertad de
expresión. El jueves ya empezaron los peros, los sin embargos y los no
obstantes, según muchas voces, justificados para no ofender la
sensibilidad religiosa de los musulmanes. Algunos pasaron rápidamente
del
Je suis Charlie al “yo no soy Charlie”, expresando
oposición a la sátira por irresponsable e innecesariamente provocativa.
Fue como si de pronto surgieran los halcones y las palomas de la
libertad de expresión.
Sea por temor o por ser políticamente correctas, surgió entre las
palomas la desafortunada noción que la provocación en cuestión promovió
el ataque. Es un argumento que revictimiza a la víctima. Uno piensa
inmediatamente en la literatura feminista, por ejemplo, plagada de
escenarios de esta naturaleza, desde el atuendo de la mujer en casos de
agresión sexual hasta la inconveniencia de desafiar la autoridad del
hombre en casos de abuso. Voluntariamente o no, es un razonamiento que
casi siempre llega a una sutil justificación de la violencia en
cuestión. Al final uno hasta puede olvidarse de la nada sutil diferencia
que existe entre el grafito y el plomo.
Independientemente de ser un ultra de la libertad de expresión —como
quien aquí escribe—o un moderado —como aquellos dispuestos a “partir la
diferencia”— toca encontrarle sentido a tanto sinsentido, el ataque
terrorista y el debate. Una primera reflexión es que las comunidades
islámicas europeas tienen una tremenda disyuntiva frente a sí, un doble
estándar de gigantescas proporciones que deben resolver. Gozan de los
derechos y garantías que les otorga un Estado constitucional, mientras
varios de sus miembros —que no son pocos, sean violentos o pacíficos—
intentan restringir a otros el uso de esas mismas libertades. Como se
dice en inglés:
they can’t have it both ways.
Surgió entre las palomas la desafortunada noción que la provocación en cuestión promovió el ataque
Dicho de otro modo, en su amplia mayoría, las comunidades musulmanas
son comunidades inmigratorias. En muchas de sus sociedades de origen
—donde la vida colectiva está organizada bajo el paradigma del Islam—
los individuos no gozan de los derechos que les garantiza la
arquitectura del constitucionalismo liberal. No hay más que pensar en
las personas que practican otra religión, en los homosexuales y en las
mujeres que cometen adulterio. Si
Charlie Hebdo invitó a la
violencia con su sátira, pues la indefinición de los musulmanes sobre
estos principios, y su persistente rechazo a la asimilación, contribuyen
a su propia exclusión y, peor aún, alimentan a la derecha xenófoba y
racista, igualmente antiliberal. El multiculturalismo es muy viable, es
solo que la hipocresía no lo ayuda.
La segunda reflexión es que el derecho a la blasfemia, principio muy
en juego en esta crisis, no existe por el deseo malévolo de ofender al
creyente. Existe porque sin ese derecho no hay secularización, es decir,
no es posible una real separación entre Iglesia y Estado, piedra basal
del constitucionalismo y la democracia. Este principio es para la
política lo que la separación entre el conocimiento derivado de la fe y
los hechos objetivos comprobables son para la epistemología, un quiebre
intelectual específico al racionalismo y el positivismo, ambos franceses
en origen, justamente.
Dadas estas bifurcaciones políticas y cognitivas, el derecho a la
blasfemia es el derecho a considerar al dogma religioso como una
narrativa como cualquier otra, y por ende susceptible de la crítica a la
que se somete a cualquier otra. La sátira de
Charlie Hebdo, su
sarcasmo, su burla —del Islam y de otras religiones por igual— es la
misma burla que uno puede leer en la crítica de una película aburrida,
de un libro mediocre o de una exposición de pintura poco estimulante.
Simplemente se trata del derecho a rechazar verdades reveladas.
Las comunidades islámicas europeas tienen una
tremenda disyuntiva frente a sí, un doble estándar de gigantescas
proporciones que deben resolver
El problema de las palomas, aquellos dispuestos a renunciar a algunas
libertades, es que pasan por alto que la libertad de expresión ya es un
compromiso, un encuentro a mitad de camino y un acto de enorme
moderación, la que deviene del hecho de darle a todos el mismo
reconocimiento, la misma legitimidad. Desandar ese camino, y por ejemplo
declinar o moderar ese derecho, primero, obliga a una sociedad a la
autocensura y, en el largo plazo, la convierte en rehén de los déspotas.
La tercera reflexión es que aquí no hay conflicto religioso ni choque
de civilizaciones, una lógica que, por otra parte, desconoce que las
peores barbaries de la historia de la humanidad ocurrieron dentro de las
civilizaciones, no entre ellas. El argumento que Occidente es el gran
enemigo de la militancia radical islámica pierde fuerza explicativa
cuando uno ve que el genocidio en Siria, el secuestro de niñas en
Nigeria y la matanza de escolares en Pakistán han ocurrido en nombre de
los mismos principios religiosos con los cuales se ejecutaron a los
caricaturistas franceses.
El término que falta en esta ecuación es la política, la política en
el mundo árabe y en el Islam. La religión actúa como excusa discursiva
para actores a veces estatales, otras no estatales, y últimamente
protoestatales que buscan consolidar regímenes despóticos. El terrorismo
es cada vez menos la respuesta a las lejanas invasiones de Afganistán e
Irak, y cada vez más la consecuencia del dramático fracaso de la
primavera árabe, la cuarta ola democratizadora que llegaría al medio
oriente. La ola llegó, chocó contra el paredón en la explanada del
autoritarismo y se retiró mar adentro para no regresar por el futuro
previsible.
No hay más que mirar a Egipto, de quien nadie habla con ocasión de
esta tragedia, el país más poblado del medio oriente donde el despotismo
religioso de la Hermandad Musulmana perdió el poder en manos del
despotismo secular de Al Sisi. No sabemos cuánto de aquel proyecto
religioso se vehiculiza hoy por medio del Califato de Mosul, lejos de
Egipto. Una vez más, el conflicto más profundo no es entre
civilizaciones.
Y, finalmente, si se trata del lápiz como símbolo de las libertades
fundamentales, quienes vivimos en la orilla occidental del Atlántico no
podemos dejar de recordar a Bonil, el caricaturista ecuatoriano,
verdadero halcón de la libertad de prensa y pionero del uso del lápiz
como método de defensa de sus derechos. En esta parte del mundo es el
Estado, en lugar del terrorismo, el que ataca la libertad de prensa. Lo
hace con un sistema judicial esclavo del poder político. Si bien menos
brutal es igual de arbitrario y con efecto similar: la autocensura
primero, y luego la sociedad como rehén del autoritarismo.
La moraleja es que nunca se puede ser demasiado extremo, demasiado halcón, cuando se trata de la libertad de expresión.
Nous sommes tous Charlie.
Un punto de vista perosnal...
03 Mi apreciacion...rapida y sin pretender pontificar sobre el asunto. otros puentos de vista similares o diferentes son bienvenidos.
No soy un experto en estos temas pero... la libertad de expresion es un concepto, que como otras libertades, consignadas en el discurso de los Derechos Humanos, me atrae. Tengo la clara conciencia de que con relacion a este derecho y otros,hay un abismo entre la propuesta y la practica. y raseros diferentes para medirlos en diferentes contextos culturales y politicos. El hecho de que exista una propuesta ya es un avance substantivo...el tema obligado de reflexion no es la norma que enarbola y representa sino el momento estrategico de negociacion y su puesta en practica llena de matices que manifiesta la complejidad de lo real como reflejo de la fragmentacion de intereses en cada contexto. En sintesis, esta es una senal inequivoca de que una guerra de consecuenicas impredecibles para el futuro de la humanidad esta en curso y que la violencia es la via practica que esta solucionando una colision de civilizaciones, ideologias y maneras de pensar el mundo. La sociedad Occidental - pretendidamente lider mundial en la esfera de los derechos - y una fraccion decidida y sanguinaria del mundo musulman, que utiliza una interpretacion extrema o falsa, los que saben mas podran hacer una disitincion mas acertada, del Islam como religion, estan en un desencuentro mundial de proporciones epicas. Por su rol en la construccion de la historia de la sociedad Occidental, basicamente la denominada Revolucion Francesa" del siglo 17, un hito en la vision Occidental de la historia mundiual, los hechos en Paris han tocado fibras sencibles en la dimension humana, politica y social. El hecho en si es mas que condenable. Matar en nombre de una Fe no es aceptable en la cosmovision de mundo "civilizado" que por autonomasia deberia priorizar la negociacion y el ganar - ganar como estrategia, segun nuestro entendimiento, aunque la historia nuestra y de otros, reciente y pasada, esta llena de ejemplos que lesionan esta vision idilica. Mi pricipal preocupacion es entender las raices de esta guerra, por que mas alla de esta batalla, consigo apreciar un futuro turbulento....Y este es un analisis que escapa a mis posibilidades y capacidades. Por en cuanto, es claro para mi, que otros hechos deberian atraer tambien los ojos de la colunidad occidental. Un buen ejemplo, entre otros, es la muerte de 43 estudiantes aspirantes a dedicar su vida a la noble tarea de ensenar en Mexico...Pero bien...Mexico no es Francia cuando se miden sus pesos especificos en la policromia de la sociedad occidental ni en las agendas de los medios de "comunicaccion" que moldean la opinion publica mundial. Ya termino con esta pseudo reflexion: estamos como humanidad amenazando nuestro futuro con el derroche de recursos de nuestra nave espacial, a favor de un estamento privilegiado de seres humano que luchan por preservar a toda costa sus elevados niveles de vida. Aparentemente, hay un analfabetismo profundo o una apatia irresponsable en los tomadores de desicion al mas alto nivel con relacion a las implicaciones para el futuro del cambio climatico que hemos generado. Ademas, guerras, genocidios y actos violentos son el pan de cada dia en el menu de noticias internacional. A lo anteriormente expuesto se suma esta "guerra" de alcances y consecuencias impredecibles pero peligrosas. Hoy estan en el juego las armas convencionales...que va ba pasar cuando el protagonismo comience a ser el de las armas de destruccion masiva de efecto limitado o generalizado? Senores y "as", como hoy se estila...es nuestro futuro el que esta AMENAZADO!