El violento sol de Semana de Pascua calcinaba el pavimento de la
carretera León-Managua. Rápido, desde su jeep militar, el hombrecito semi calvo
y moreno apuntó su arma de guerra, y disparó. Los tiros reventaron en pedazos
el vidrio de la ventana trasera del aparcado auto rojo y se alojaron
certeramente en la asombrada humanidad del otro hombre, que como blanco
inmóvil, recibió los balazos. Sólo había tenido tiempo de gritar a su esposa
que se agachara. Ella estaba revisando las llantas del vehículo. Creían que una
se había estallado, cuando sonó el primer tiro.
Asustada, la mujer se incorporó y corrió hacia el volante. El cuerpo sin
vida de su marido manaba sangre. Con una sonrisa, el asesino la saludó
militarmente, le dijo que no tuviera miedo por ella y escapó. Era el lunes 13
de abril de 1970.
La viuda, sola en plena carretera, limpiaba la sangre de los espesos
bigotes negros de su marido, tocaba el cuerpo, lo abrazaba, quería llevarlo a
un hospital, pedía ayuda. La auxiliaron unos campesinos que pasaban por ese
fatídico kilómetro 56, movieron al muerto del timón y ella manejó hasta
Managua, donde en el puesto militar de Las Piedrecitas denunció que su marido
había sido asesinado.
Al día siguiente, el titular a ocho columnas del diario La Prensa
recogió la noticia: «Moralitos asesina al Capitán Fernando Cedeño». Otras notas
periodísticas revelaban que para «Moralitos» vengarse de Cedeño se había
convertido en una obsesión.
Una corte Militar
Para quienes no recuerdan el suceso, o aún no habían nacido para
conocerlo, el caso se había iniciado dos años antes, cuando Cedeño dictaminó en
la Corte Militar que se montó para acusar a «Moralitos», que el ex-Teniente
David Tejada, había muerto como consecuencia de la golpiza que le propinaron
cuando era reo de Oscar Morales. Esto había ocurrido precisamente un Viernes de
Dolores, el viernes 5 de abril de 1968.
Tejada, al momento de su muerte, era un dirigente estudiantil y algunos
conocían que junto con su hermano René había tenido roces con «Moralitos», que
culminaron con la captura, vapuleada y posterior fallecimiento en las
ergástulas de la Tercera Compañía que jefeaba Oscar Morales.
Cedeño, en su declaración ante la Corte Militar que juzgaba a
«Moralitos» por la muerte de Tejada, dijo que Moralitos, quien era su
Comandante Militar, no quiso llevar a los hermanos Tejada al hospital y le
ordenó a él, como médico militar, que los revisara. Cedeño testimonió que los
jóvenes reos habían sido golpeados fuertemente y que consideraba que esta
paliza había matado a Tejada.
Convertido en héroe
Por estas declaraciones radiodifundidas nacionalmente desde la Corte Militar,
Cedeño se convirtió en un héroe nacional y Morales en un asesino que fue
condenado a prisión.
El caso que adquirió ribetes sumamente dramáticos tenía como versión
oficial del acusado de que Tejada había sido lanzado al Volcán Santiago de
Masaya, en la luna llena del Viernes Santo. Pero también se manejó que un
médico militar y otros oficiales habían inyectado gasolina y quemado el
cadáver, cuyos restos fueron enterrados en el cuartel «Mokorón» que controlaba
Morales y que estaba situado en las alturas de la loma ubicada frente al
Recinto Universitario de la UNAN.
Pero antes de que empezaran estos comentarios, tras ya conocer el
fallecimiento del ex Teniente David Tejada, los familiares y compañeros
universitarios de los Tejada y aún ciertos militares sólo manejaban la versión
de que los hermanos Tejada habían desaparecido y no se encontraban por ninguna
parte.
Alguien dijo que andaban en el mar. Otro contó que los habían visto en
el restaurante Munich discutiendo con un militar. La grita del pueblo no se
hizo esperar, pedían ver a los jóvenes exmilitares que también eran estudiantes
universitarios y en ese momento, por tanto, se especulaban como víctimas de la
dictadura.
Morales fue acusado por la Fiscalía Militar representada por el Coronel
José Ramón Silva Reyes. Morales fue condenado a prisión por la muerte de David
Tejada. De inmediato tanto Silva Reyes, como Cedeño, el testigo principal, se
convirtieron en víctimas de las amenazas y atentados de Morales. Por sus
vínculos con importantes jefes militares, Moralitos no llegó a estar
encarcelado. Era un reo de confianza en su natal León, mientras Cedeño era
amenazado anónimamente y mal visto por sus colegas.
Cedeño y su familia denunciaban que el Mayor Morales circulaba libremente.
Una vez Silva Reyes denunció que había tratado de matarlo a él. La Guardia
Nacional desmentía lo dicho por testigos y reiteraba que el Mayor Morales se
encontraba reo en el Fortín de Acosasco de León. Así pasaron dos años.
Venganza e impunidad de "Moralitos"
El Mayor Oscar Morales Sotomayor y sus compañeros de armas, todos muy
cercanos a Somoza, consideraban que el testimonio de Cedeño en su contra, era
una traición militar. Por lo tanto, amigos militares de alto rango protegían a
Morales y según fuentes, fueron ellos los que le avisaron que Cedeño iba para
Chinandega, luego para León y que regresaría a Managua esa misma mañana.
Morales estaba en una finca de un militar cercano al balneario El
Tránsito y de allí salió armado a esperar la pasada de Cedeño por la zona.
Lo encontró ya cuando regresaba a Managua a la altura del km 56 y le
disparó con su rifle militar. Cedeño fue cazado como un animal. Todo sucedió en
segundos. Cedeño estaba muerto. «Moralitos» se había vengado. El médico militar
que había declarado en su contra, era ya un cadáver. Fácil blanco, no llevaba
armas y tenía lesionada una pierna, por eso manejaba un vehículo automático.
Sólo lo acompañaba su esposa. Morales se bajó de su jeep para cerciorarse que
Cedeño había muerto. Luego se cuadró como militar, ante la viuda, la
«tranquilizó» y se fue.
«El se bajó, empujó a Fernando y él se cayó. Me dijo que era eso lo que
quería comprobar. Se montó de un brinco en su jeep que ya tenía la trompa hacia
León y se fue», relataba la viuda ante los periodistas. Ese mismo día sus
cuatro hijos la rodeaban llorando.
Una testigo fundamental
«Un rencor que nunca se apagó» era el titular de primera en La Prensa
del miércoles 15 de abril de 1970. Al lado, la foto, ya muerto, del médico y
Capitán de la Guardia Nacional, Fernando Cedeño Flores, más abajo, la foto de
Morales. Por otro lado, la Oficina de Leyes y Relaciones de la Guardia
Nacional, bajo el Capitán Aquiles Aranda, decía que ahora sí, que Morales
estaba ya preso en León. Pero Morales no aparecía.
De nuevo los nombres de «Moralitos» y Cedeño aparecieron vinculados en
los medios periodísticos y legales. Pero esta vez la viuda, Doris Pineda de
Cedeño, pidió un juicio civil para Morales. Lo obtuvo. El Juez fue el
ExPresidente de la Corte Suprema de Justicia, Magistrado Guillermo Vargas
Sandino, entonces Juez Primero del Distrito del Crimen de Managua.
Más tarde, en sus declaraciones ante el juzgado, la viuda dijo que
«Moralitos parecía estar cazando venados con nosotros». Fue cuando su hija
Carmen de diez años entonces, no pudo contenerse y llamó «asesino», a
Moralitos, gritándole en la cara.
En el juicio, Morales fue defendido por los abogados Carlos Olivas y
Bonifacio Sandoval. Pero fue condenado a 18 años de prisión. Luego, el médico
Flavio Morales, hermano de «Moralitos» solicitó que éste recibiera cuidados
psiquiátricos. Decía escuchar la voz de Cedeño. Dos años después, tras el
barullo del terremoto de 1972, los amigos militares de «Moralitos» lo ayudaron
a huir del país.
Un condenado camina libre
Treinta años después, Carmen Cedeño de Matamoros, la hija del médico
militar Cedeño, todavía recuerda esos momentos. «Cuando nosotros nos bajamos
del bus del colegio ese día, un periodista me puso el micrófono y me preguntó
qué pensaba yo de la muerte de mi padre. Fue un impacto espantoso. Yo no sabía
nada. Entonces me puse a esperar a mi mamá. Cuando ella llegó venía toda llena
de sangre y me di cuenta de lo que había pasado. Fue horroroso».
Tuvieron que vivir muchos días más de dolor y seguir pidiendo justicia
sin conseguirla.
Cuenta ahora que Morales continúa libre, que no termina de cumplir su
condena, pues sólo estuvo algunos meses preso antes de escaparse. Hace poco fue
visto en Nicaragua.
Entra y sale
«Una señora me llamó para avisarme que lo habían visto en un entierro de
un amigo suyo en Chinandega. Entra y sale de Nicaragua cuando quiere y después
que lo condenaron a 18 años de prisión, sólo estuvo poco tiempo porque se
escapó durante el terremoto del Hospital El Retiro donde estaba por problemas psiquiátricos»,
cuenta Carmen.
Fue Carmen, la niña que llamó asesino a Moralitos y la mujer a quien el
gobierno de Estados Unidos llamó para que aclarara el caso que tenía su familia
en contra del homicida. Moralitos estaba intentando recibir la visa de residencia
del gobierno norteamericano.
Como Carmen Cedeño explicó que Moralitos era un prófugo de la justicia
nicaragüense, y lo citaron a este juicio para su residencia, Moralitos huyó de
los Estados Unidos.
«Esto sucedió hace tres años. Nosotros supimos que antes él estuvo en
Guatemala en donde puso un restaurante que se llamó El Vigorón. Allí le
hicieron un atentado. Dicen que los sandinistas fueron, pero no se supo. Luego
vivió en Miami, en La Pequeña Habana, pero nosotros nunca lo vimos. Ahora anda
por estos lados», exclama Carmen.
Han pasado treinta años. Ya Doris Pineda de Cedeño, la viuda, murió.
Pero muchos de los protagonistas de esta historia continúan vivos. ¿En qué
momento este hombre cercano a los ochenta años se encontrará de nuevo frente a
Carmen Cedeño? ¿Le gritará ella «asesino» de nuevo como lo hizo a sus diez
años? ¿Lo habrá perdonado realmente?
Estamos en Semana Santa de nuevo, coincidentemente un período en el que
«Moralitos» mató dos veces. El calor calcinante del verano, la impunidad, su
tiempo para matar.
*Reproducimos esta crónica con autorización de su autora, la periodista
Angela Saballos Publicado en El Nuevo Diario el 17 de abril del 2,000
- See more at:
http://www.confidencial.com.ni/articulo/21717/el-doble-crimen-de-039-moralitos-039#sthash.Wn7cBnAh.3QngeLfC.dpuf
El
violento sol de Semana de Pascua calcinaba el pavimento de la carretera
León-Managua. Rápido, desde su jeep militar, el hombrecito semi calvo y
moreno apuntó su arma de guerra, y disparó. Los tiros reventaron en
pedazos el vidrio de la ventana trasera del aparcado auto rojo y se
alojaron certeramente en la asombrada humanidad del otro hombre, que
como blanco inmóvil, recibió los balazos. Sólo había tenido tiempo de
gritar a su esposa que se agachara. Ella estaba revisando las llantas
del vehículo. Creían que una se había estallado, cuando sonó el primer
tiro.
Asustada, la mujer se incorporó y corrió hacia el volante. El cuerpo sin vida de su marido manaba sangre. Con una sonrisa, el asesino la saludó militarmente, le dijo que no tuviera miedo por ella y escapó. Era el lunes 13 de abril de 1970.
La viuda, sola en plena carretera, limpiaba la sangre de los espesos bigotes negros de su marido, tocaba el cuerpo, lo abrazaba, quería llevarlo a un hospital, pedía ayuda. La auxiliaron unos campesinos que pasaban por ese fatídico kilómetro 56, movieron al muerto del timón y ella manejó hasta Managua, donde en el puesto militar de Las Piedrecitas denunció que su marido había sido asesinado.
Al día siguiente, el titular a ocho columnas del diario La Prensa recogió la noticia: «Moralitos asesina al Capitán Fernando Cedeño». Otras notas periodísticas revelaban que para «Moralitos» vengarse de Cedeño se había convertido en una obsesión.
Una corte Militar
Para quienes no recuerdan el suceso, o aún no habían nacido para conocerlo, el caso se había iniciado dos años antes, cuando Cedeño dictaminó en la Corte Militar que se montó para acusar a «Moralitos», que el ex-Teniente David Tejada, había muerto como consecuencia de la golpiza que le propinaron cuando era reo de Oscar Morales. Esto había ocurrido precisamente un Viernes de Dolores, el viernes 5 de abril de 1968.
Tejada, al momento de su muerte, era un dirigente estudiantil y algunos conocían que junto con su hermano René había tenido roces con «Moralitos», que culminaron con la captura, vapuleada y posterior fallecimiento en las ergástulas de la Tercera Compañía que jefeaba Oscar Morales.
Cedeño, en su declaración ante la Corte Militar que juzgaba a «Moralitos» por la muerte de Tejada, dijo que Moralitos, quien era su Comandante Militar, no quiso llevar a los hermanos Tejada al hospital y le ordenó a él, como médico militar, que los revisara. Cedeño testimonió que los jóvenes reos habían sido golpeados fuertemente y que consideraba que esta paliza había matado a Tejada.
Convertido en héroe
Por estas declaraciones radiodifundidas nacionalmente desde la Corte Militar, Cedeño se convirtió en un héroe nacional y Morales en un asesino que fue condenado a prisión.
El caso que adquirió ribetes sumamente dramáticos tenía como versión oficial del acusado de que Tejada había sido lanzado al Volcán Santiago de Masaya, en la luna llena del Viernes Santo. Pero también se manejó que un médico militar y otros oficiales habían inyectado gasolina y quemado el cadáver, cuyos restos fueron enterrados en el cuartel «Mokorón» que controlaba Morales y que estaba situado en las alturas de la loma ubicada frente al Recinto Universitario de la UNAN.
Pero antes de que empezaran estos comentarios, tras ya conocer el fallecimiento del ex Teniente David Tejada, los familiares y compañeros universitarios de los Tejada y aún ciertos militares sólo manejaban la versión de que los hermanos Tejada habían desaparecido y no se encontraban por ninguna parte.
Alguien dijo que andaban en el mar. Otro contó que los habían visto en el restaurante Munich discutiendo con un militar. La grita del pueblo no se hizo esperar, pedían ver a los jóvenes exmilitares que también eran estudiantes universitarios y en ese momento, por tanto, se especulaban como víctimas de la dictadura.
Morales fue acusado por la Fiscalía Militar representada por el Coronel José Ramón Silva Reyes. Morales fue condenado a prisión por la muerte de David Tejada. De inmediato tanto Silva Reyes, como Cedeño, el testigo principal, se convirtieron en víctimas de las amenazas y atentados de Morales. Por sus vínculos con importantes jefes militares, Moralitos no llegó a estar encarcelado. Era un reo de confianza en su natal León, mientras Cedeño era amenazado anónimamente y mal visto por sus colegas.
Cedeño y su familia denunciaban que el Mayor Morales circulaba libremente. Una vez Silva Reyes denunció que había tratado de matarlo a él. La Guardia Nacional desmentía lo dicho por testigos y reiteraba que el Mayor Morales se encontraba reo en el Fortín de Acosasco de León. Así pasaron dos años.
Venganza e impunidad de "Moralitos"
El Mayor Oscar Morales Sotomayor y sus compañeros de armas, todos muy cercanos a Somoza, consideraban que el testimonio de Cedeño en su contra, era una traición militar. Por lo tanto, amigos militares de alto rango protegían a Morales y según fuentes, fueron ellos los que le avisaron que Cedeño iba para Chinandega, luego para León y que regresaría a Managua esa misma mañana.
Morales estaba en una finca de un militar cercano al balneario El Tránsito y de allí salió armado a esperar la pasada de Cedeño por la zona.
Lo encontró ya cuando regresaba a Managua a la altura del km 56 y le disparó con su rifle militar. Cedeño fue cazado como un animal. Todo sucedió en segundos. Cedeño estaba muerto. «Moralitos» se había vengado. El médico militar que había declarado en su contra, era ya un cadáver. Fácil blanco, no llevaba armas y tenía lesionada una pierna, por eso manejaba un vehículo automático. Sólo lo acompañaba su esposa. Morales se bajó de su jeep para cerciorarse que Cedeño había muerto. Luego se cuadró como militar, ante la viuda, la «tranquilizó» y se fue.
«El se bajó, empujó a Fernando y él se cayó. Me dijo que era eso lo que quería comprobar. Se montó de un brinco en su jeep que ya tenía la trompa hacia León y se fue», relataba la viuda ante los periodistas. Ese mismo día sus cuatro hijos la rodeaban llorando.
Una testigo fundamental
«Un rencor que nunca se apagó» era el titular de primera en La Prensa del miércoles 15 de abril de 1970. Al lado, la foto, ya muerto, del médico y Capitán de la Guardia Nacional, Fernando Cedeño Flores, más abajo, la foto de Morales. Por otro lado, la Oficina de Leyes y Relaciones de la Guardia Nacional, bajo el Capitán Aquiles Aranda, decía que ahora sí, que Morales estaba ya preso en León. Pero Morales no aparecía.
De nuevo los nombres de «Moralitos» y Cedeño aparecieron vinculados en los medios periodísticos y legales. Pero esta vez la viuda, Doris Pineda de Cedeño, pidió un juicio civil para Morales. Lo obtuvo. El Juez fue el ExPresidente de la Corte Suprema de Justicia, Magistrado Guillermo Vargas Sandino, entonces Juez Primero del Distrito del Crimen de Managua.
Más tarde, en sus declaraciones ante el juzgado, la viuda dijo que «Moralitos parecía estar cazando venados con nosotros». Fue cuando su hija Carmen de diez años entonces, no pudo contenerse y llamó «asesino», a Moralitos, gritándole en la cara.
En el juicio, Morales fue defendido por los abogados Carlos Olivas y Bonifacio Sandoval. Pero fue condenado a 18 años de prisión. Luego, el médico Flavio Morales, hermano de «Moralitos» solicitó que éste recibiera cuidados psiquiátricos. Decía escuchar la voz de Cedeño. Dos años después, tras el barullo del terremoto de 1972, los amigos militares de «Moralitos» lo ayudaron a huir del país.
Un condenado camina libre
Treinta años después, Carmen Cedeño de Matamoros, la hija del médico militar Cedeño, todavía recuerda esos momentos. «Cuando nosotros nos bajamos del bus del colegio ese día, un periodista me puso el micrófono y me preguntó qué pensaba yo de la muerte de mi padre. Fue un impacto espantoso. Yo no sabía nada. Entonces me puse a esperar a mi mamá. Cuando ella llegó venía toda llena de sangre y me di cuenta de lo que había pasado. Fue horroroso».
Tuvieron que vivir muchos días más de dolor y seguir pidiendo justicia sin conseguirla.
Cuenta ahora que Morales continúa libre, que no termina de cumplir su condena, pues sólo estuvo algunos meses preso antes de escaparse. Hace poco fue visto en Nicaragua.
Entra y sale
«Una señora me llamó para avisarme que lo habían visto en un entierro de un amigo suyo en Chinandega. Entra y sale de Nicaragua cuando quiere y después que lo condenaron a 18 años de prisión, sólo estuvo poco tiempo porque se escapó durante el terremoto del Hospital El Retiro donde estaba por problemas psiquiátricos», cuenta Carmen.
Fue Carmen, la niña que llamó asesino a Moralitos y la mujer a quien el gobierno de Estados Unidos llamó para que aclarara el caso que tenía su familia en contra del homicida. Moralitos estaba intentando recibir la visa de residencia del gobierno norteamericano.
Como Carmen Cedeño explicó que Moralitos era un prófugo de la justicia nicaragüense, y lo citaron a este juicio para su residencia, Moralitos huyó de los Estados Unidos.
«Esto sucedió hace tres años. Nosotros supimos que antes él estuvo en Guatemala en donde puso un restaurante que se llamó El Vigorón. Allí le hicieron un atentado. Dicen que los sandinistas fueron, pero no se supo. Luego vivió en Miami, en La Pequeña Habana, pero nosotros nunca lo vimos. Ahora anda por estos lados», exclama Carmen.
Han pasado treinta años. Ya Doris Pineda de Cedeño, la viuda, murió. Pero muchos de los protagonistas de esta historia continúan vivos. ¿En qué momento este hombre cercano a los ochenta años se encontrará de nuevo frente a Carmen Cedeño? ¿Le gritará ella «asesino» de nuevo como lo hizo a sus diez años? ¿Lo habrá perdonado realmente?
Estamos en Semana Santa de nuevo, coincidentemente un período en el que «Moralitos» mató dos veces. El calor calcinante del verano, la impunidad, su tiempo para matar.
*Reproducimos esta crónica con autorización de su autora, la periodista Angela Saballos Publicado en El Nuevo Diario el 17 de abril del 2,000
Asustada, la mujer se incorporó y corrió hacia el volante. El cuerpo sin vida de su marido manaba sangre. Con una sonrisa, el asesino la saludó militarmente, le dijo que no tuviera miedo por ella y escapó. Era el lunes 13 de abril de 1970.
La viuda, sola en plena carretera, limpiaba la sangre de los espesos bigotes negros de su marido, tocaba el cuerpo, lo abrazaba, quería llevarlo a un hospital, pedía ayuda. La auxiliaron unos campesinos que pasaban por ese fatídico kilómetro 56, movieron al muerto del timón y ella manejó hasta Managua, donde en el puesto militar de Las Piedrecitas denunció que su marido había sido asesinado.
Al día siguiente, el titular a ocho columnas del diario La Prensa recogió la noticia: «Moralitos asesina al Capitán Fernando Cedeño». Otras notas periodísticas revelaban que para «Moralitos» vengarse de Cedeño se había convertido en una obsesión.
Una corte Militar
Para quienes no recuerdan el suceso, o aún no habían nacido para conocerlo, el caso se había iniciado dos años antes, cuando Cedeño dictaminó en la Corte Militar que se montó para acusar a «Moralitos», que el ex-Teniente David Tejada, había muerto como consecuencia de la golpiza que le propinaron cuando era reo de Oscar Morales. Esto había ocurrido precisamente un Viernes de Dolores, el viernes 5 de abril de 1968.
Tejada, al momento de su muerte, era un dirigente estudiantil y algunos conocían que junto con su hermano René había tenido roces con «Moralitos», que culminaron con la captura, vapuleada y posterior fallecimiento en las ergástulas de la Tercera Compañía que jefeaba Oscar Morales.
Cedeño, en su declaración ante la Corte Militar que juzgaba a «Moralitos» por la muerte de Tejada, dijo que Moralitos, quien era su Comandante Militar, no quiso llevar a los hermanos Tejada al hospital y le ordenó a él, como médico militar, que los revisara. Cedeño testimonió que los jóvenes reos habían sido golpeados fuertemente y que consideraba que esta paliza había matado a Tejada.
Convertido en héroe
Por estas declaraciones radiodifundidas nacionalmente desde la Corte Militar, Cedeño se convirtió en un héroe nacional y Morales en un asesino que fue condenado a prisión.
El caso que adquirió ribetes sumamente dramáticos tenía como versión oficial del acusado de que Tejada había sido lanzado al Volcán Santiago de Masaya, en la luna llena del Viernes Santo. Pero también se manejó que un médico militar y otros oficiales habían inyectado gasolina y quemado el cadáver, cuyos restos fueron enterrados en el cuartel «Mokorón» que controlaba Morales y que estaba situado en las alturas de la loma ubicada frente al Recinto Universitario de la UNAN.
Pero antes de que empezaran estos comentarios, tras ya conocer el fallecimiento del ex Teniente David Tejada, los familiares y compañeros universitarios de los Tejada y aún ciertos militares sólo manejaban la versión de que los hermanos Tejada habían desaparecido y no se encontraban por ninguna parte.
Alguien dijo que andaban en el mar. Otro contó que los habían visto en el restaurante Munich discutiendo con un militar. La grita del pueblo no se hizo esperar, pedían ver a los jóvenes exmilitares que también eran estudiantes universitarios y en ese momento, por tanto, se especulaban como víctimas de la dictadura.
Morales fue acusado por la Fiscalía Militar representada por el Coronel José Ramón Silva Reyes. Morales fue condenado a prisión por la muerte de David Tejada. De inmediato tanto Silva Reyes, como Cedeño, el testigo principal, se convirtieron en víctimas de las amenazas y atentados de Morales. Por sus vínculos con importantes jefes militares, Moralitos no llegó a estar encarcelado. Era un reo de confianza en su natal León, mientras Cedeño era amenazado anónimamente y mal visto por sus colegas.
Cedeño y su familia denunciaban que el Mayor Morales circulaba libremente. Una vez Silva Reyes denunció que había tratado de matarlo a él. La Guardia Nacional desmentía lo dicho por testigos y reiteraba que el Mayor Morales se encontraba reo en el Fortín de Acosasco de León. Así pasaron dos años.
Venganza e impunidad de "Moralitos"
El Mayor Oscar Morales Sotomayor y sus compañeros de armas, todos muy cercanos a Somoza, consideraban que el testimonio de Cedeño en su contra, era una traición militar. Por lo tanto, amigos militares de alto rango protegían a Morales y según fuentes, fueron ellos los que le avisaron que Cedeño iba para Chinandega, luego para León y que regresaría a Managua esa misma mañana.
Morales estaba en una finca de un militar cercano al balneario El Tránsito y de allí salió armado a esperar la pasada de Cedeño por la zona.
Lo encontró ya cuando regresaba a Managua a la altura del km 56 y le disparó con su rifle militar. Cedeño fue cazado como un animal. Todo sucedió en segundos. Cedeño estaba muerto. «Moralitos» se había vengado. El médico militar que había declarado en su contra, era ya un cadáver. Fácil blanco, no llevaba armas y tenía lesionada una pierna, por eso manejaba un vehículo automático. Sólo lo acompañaba su esposa. Morales se bajó de su jeep para cerciorarse que Cedeño había muerto. Luego se cuadró como militar, ante la viuda, la «tranquilizó» y se fue.
«El se bajó, empujó a Fernando y él se cayó. Me dijo que era eso lo que quería comprobar. Se montó de un brinco en su jeep que ya tenía la trompa hacia León y se fue», relataba la viuda ante los periodistas. Ese mismo día sus cuatro hijos la rodeaban llorando.
Una testigo fundamental
«Un rencor que nunca se apagó» era el titular de primera en La Prensa del miércoles 15 de abril de 1970. Al lado, la foto, ya muerto, del médico y Capitán de la Guardia Nacional, Fernando Cedeño Flores, más abajo, la foto de Morales. Por otro lado, la Oficina de Leyes y Relaciones de la Guardia Nacional, bajo el Capitán Aquiles Aranda, decía que ahora sí, que Morales estaba ya preso en León. Pero Morales no aparecía.
De nuevo los nombres de «Moralitos» y Cedeño aparecieron vinculados en los medios periodísticos y legales. Pero esta vez la viuda, Doris Pineda de Cedeño, pidió un juicio civil para Morales. Lo obtuvo. El Juez fue el ExPresidente de la Corte Suprema de Justicia, Magistrado Guillermo Vargas Sandino, entonces Juez Primero del Distrito del Crimen de Managua.
Más tarde, en sus declaraciones ante el juzgado, la viuda dijo que «Moralitos parecía estar cazando venados con nosotros». Fue cuando su hija Carmen de diez años entonces, no pudo contenerse y llamó «asesino», a Moralitos, gritándole en la cara.
En el juicio, Morales fue defendido por los abogados Carlos Olivas y Bonifacio Sandoval. Pero fue condenado a 18 años de prisión. Luego, el médico Flavio Morales, hermano de «Moralitos» solicitó que éste recibiera cuidados psiquiátricos. Decía escuchar la voz de Cedeño. Dos años después, tras el barullo del terremoto de 1972, los amigos militares de «Moralitos» lo ayudaron a huir del país.
Un condenado camina libre
Treinta años después, Carmen Cedeño de Matamoros, la hija del médico militar Cedeño, todavía recuerda esos momentos. «Cuando nosotros nos bajamos del bus del colegio ese día, un periodista me puso el micrófono y me preguntó qué pensaba yo de la muerte de mi padre. Fue un impacto espantoso. Yo no sabía nada. Entonces me puse a esperar a mi mamá. Cuando ella llegó venía toda llena de sangre y me di cuenta de lo que había pasado. Fue horroroso».
Tuvieron que vivir muchos días más de dolor y seguir pidiendo justicia sin conseguirla.
Cuenta ahora que Morales continúa libre, que no termina de cumplir su condena, pues sólo estuvo algunos meses preso antes de escaparse. Hace poco fue visto en Nicaragua.
Entra y sale
«Una señora me llamó para avisarme que lo habían visto en un entierro de un amigo suyo en Chinandega. Entra y sale de Nicaragua cuando quiere y después que lo condenaron a 18 años de prisión, sólo estuvo poco tiempo porque se escapó durante el terremoto del Hospital El Retiro donde estaba por problemas psiquiátricos», cuenta Carmen.
Fue Carmen, la niña que llamó asesino a Moralitos y la mujer a quien el gobierno de Estados Unidos llamó para que aclarara el caso que tenía su familia en contra del homicida. Moralitos estaba intentando recibir la visa de residencia del gobierno norteamericano.
Como Carmen Cedeño explicó que Moralitos era un prófugo de la justicia nicaragüense, y lo citaron a este juicio para su residencia, Moralitos huyó de los Estados Unidos.
«Esto sucedió hace tres años. Nosotros supimos que antes él estuvo en Guatemala en donde puso un restaurante que se llamó El Vigorón. Allí le hicieron un atentado. Dicen que los sandinistas fueron, pero no se supo. Luego vivió en Miami, en La Pequeña Habana, pero nosotros nunca lo vimos. Ahora anda por estos lados», exclama Carmen.
Han pasado treinta años. Ya Doris Pineda de Cedeño, la viuda, murió. Pero muchos de los protagonistas de esta historia continúan vivos. ¿En qué momento este hombre cercano a los ochenta años se encontrará de nuevo frente a Carmen Cedeño? ¿Le gritará ella «asesino» de nuevo como lo hizo a sus diez años? ¿Lo habrá perdonado realmente?
Estamos en Semana Santa de nuevo, coincidentemente un período en el que «Moralitos» mató dos veces. El calor calcinante del verano, la impunidad, su tiempo para matar.
*Reproducimos esta crónica con autorización de su autora, la periodista Angela Saballos Publicado en El Nuevo Diario el 17 de abril del 2,000
No hay comentarios:
Publicar un comentario