En esta entrevista concedida a EL PAÍS, mitad por vía telefónica, mitad de forma presencial,
Pablo Milanés
(Bayamo, 1943) habla en profundidad de los años que pasó en las UMAP,
los campos de trabajo tristemente célebres donde en los sesenta fueron
recluidos homosexuales, religiosos y todos aquellos que en Cuba no se
adecuaban a los “parámetros revolucionarios”.
Sobre el anuncio del restablecimiento de
relaciones entre Cuba y EE UU,
el cantante y compositor dice que no ve verdadera disposición a “ceder”
en ninguna de las dos partes y considera “un maquillaje” las reformas
realizadas hasta ahora en su país. Sin embargo, sigue sintiéndose
revolucionario y pone como ejemplo a seguir al
expresidente de Uruguay, José Mujica.
Este viernes por la noche acompañó a Víctor Manuel en su concierto
50 años no es nada y la semana próxima comenzará una gira por España para presentar
Renacimiento, trabajo que llega siete años después de su último álbum y en el que Milanés rescata ritmos tradicionales de
Cuba
como el guaguancó, el son o el changüí, poco habituales en su
repertorio. El año pasado el cantautor se sometió en España a un
trasplante de riñón donado por su esposa, Nancy, y ahora parece
rejuvenecido. Acaba de terminar un disco con
José María Vitier y trabaja en dos nuevos proyectos, uno de ellos con su hija Haydee.
Pregunta. En el reciente
Festival de Cine de La Habana se hizo un homenaje a García Márquez. Allí usted cantó
Días de Gloria (1999), una de las canciones que más gustaban al escritor y que en su estrofa final lamenta: “
Qué es lo que me queda/ de aquella mañana/ de esos dulces años/ si en ira y desengaño/ los días de gloria/ los dejamos ir”. ¿Era un desengaño compartido? ¿Por qué tanta gente arrepentida?
Respuesta. Nunca hablé con Gabo de por qué le
gustaba esa canción, pero la escuchó, le gustó y la elogió muchísimo…
debió comprenderla perfectamente. Arrepentido no es precisamente la
palabra. Estoy más bien, y creo que los que piensan como yo también,
defraudado por unos dirigentes que prometieron un mañana mejor, con
felicidad, con libertades y con una prosperidad que nunca llegó en 50
años.
P. ¿Por qué
Renacimiento?
R. Este trabajo se llamó así por dos motivos: porque
es un renacer en mi obra después de varios años sin publicar un disco, y
porque la base fundamental de casi todos los temas es la música
renacentista y barroca, esencial en mi obra. A partir de esos pilares
exploro distintos géneros cubanos menos conocidos e incluso algunos más
olvidados como el changüí, que es una variante específica del oriente
cubano y con raíces más profundas en Europa y África. En muchos de los
temas se combinan dos estilos musicales, transitando desde una primera
parte clásica a un género más contemporáneo o esencialmente cubano en la
segunda parte de la composición.
P. En las letras también hay cargas de profundidad. En
Canto a La Habana dice:
“La Habana siempre es mi guía/ Limpia y bonita como fue ayer/ mustia y marchita como está hoy”.
R. La Habana es una de las ciudades más mágicas del
mundo aun cuando se está cayendo. Es una canción de alabanza, pero al
mismo tiempo contiene la tristeza por el hecho de cómo la han dejado
caer en la “miseria y la soledad”, como digo en la canción.
Todavía espero que el Gobierno cubano pida perdón por la UMAP
P. En
Dulces recuerdos se recrea el día en que se legalizó el Partido Comunista de España. “
El
recuerdo no marchita tu belleza de esa noche,/ pero el tiempo se ha
encargado de matar otros anhelos/ y me lleva hasta París 68, cuando
juntos contemplábamos un cartel que nos decía: ‘Marx ha muerto, Dios no
existe...”. ¿Vale también para Cuba?
R. Aquel día estaba en Madrid y sentí la euforia de
aquella cantidad de gente que corría hacia la Cibeles a celebrarlo. Yo
también lo celebré hasta la madrugada. Por mucha universalidad que
tengan mis canciones, es raro que no incluya a Cuba, y naturalmente Cuba
también está ahí y forma parte del fracaso del socialismo real, del que
hablo en ese tema.
P. Recientemente recibió un trasplante de riñón, que donó tu esposa Nancy. ¿Cómo le ha cambiado la vida?
R. Me siento extraordinariamente bien, me hago
exámenes mensuales desde el trasplante y todos los parámetros están
cerca de la perfección. Naturalmente me ha cambiado la vida, y eso
implica el sacrificio de un cambio radical de costumbres.
P. Ese acto de amor de Nancy…
R. Efectivamente, fue un acto de amor
inconmensurable. Cuando Nancy decidió donarme su riñón lo expresó ante
mis hijos, mis amigos y los que me querían, con una convicción que no
tuvo reproches de parte de nadie; demostró a todos que ese acto de amor
era intocable.
P. ¿Cómo valora el anuncio del restablecimiento de relaciones entre Cuba y EE UU?
R. En primer lugar, me llenó de regocijo el
regreso de los presos cubanos,
porque aquí siempre existió la convicción de que el juicio en EE UU
estuvo amañado. Luego viene el restablecimiento de las relaciones, que
para los cubanos del interior y
del exterior,
sin duda, es conveniente por la unificación definitiva de muchas
familias. Ahora, tras 18 meses de conversaciones secretas, donde se
supone que llegaron a acuerdos, las declaraciones de los gobiernos de
ambos países me dejan desconcertado. Cuba no cederá un ápice en su
posición y EE UU penetrará en todos los ámbitos que pueda para el
supuesto desarrollo de la nación cubana. Siguen enrocados. ¿A qué
acuerdos llegaron los dos si ahora se contradicen? Esa es mi duda: que
ninguno ceda y que otra vez el pueblo cubano siga en su agonía sin
salida, como está hace 50 años.
P.¿Las medidas aperturistas en Cuba han tenido efectos positivos, o sólo han incrementado las desigualdades?
R. Ni una cosa ni la otra. Siempre he dicho que esas
aparentes aperturas han sido un simple maquillaje. Hay que ir al fondo,
al pueblo de a pie para ver que nada ha cambiado.
P. En recientes entrevistas se ha referido a su paso
por los “campos estalinistas” de la UMAP y a cómo este hecho
interrumpió su carrera. Hasta ahora nunca ha ahondado en lo que pasó.
Puede contarlo hoy...
Hitos de Pablito
- Fundador de la Nueva Trova Cubana junto a Silvio Rodríguez y Noel Nicola
- Autor de canciones inmortales como Yolanda, El breve espacio en que no estás o Yo no te pido
- Viajó por primera vez a España en 1975 y desde entonces ha realizado giras casi todos los años
- Ha editado 54 discos durante su carrera. Su último trabajo es Renacimiento
R. Nunca me han preguntado tan directamente sobre
las UMAP (irónicamente Unidades Militares de Ayuda a la Producción). La
prensa cubana no se atreve y la extranjera desconoce la nefasta
trascendencia que tuvo aquella medida represora de corte puramente
estalinista. Allí estuvimos, entre 1965 y finales de 1967, más de 40.000
personas en campos de concentración aislados en la provincia de
Camagüey, con trabajos forzados desde las cinco de la madrugada hasta el
anochecer sin ninguna justificación ni explicaciones, y mucho menos el
perdón que estoy esperando que pida el Gobierno cubano. Yo tenía 23
años, me fugué de mi campamento —me siguieron 280 compañeros presos más
de mi territorio— y fui a La Habana a denunciar la injusticia que
estaban cometiendo. El resultado fue que me enviaron preso durante dos
meses a la fortaleza de La Cabaña, y luego estuve en un campamento de
castigo peor que las UMAP, donde permanecí hasta que se disolvieron por
lo escandaloso que resultó ante la opinión internacional.
De allí, después de leerme
Un día en la vida de Ivan Denisovich, de
Aleksander Solzhenitsyn,
que me envió un amigo, me di cuenta de que las ideas de un
revolucionario no se desvían por los errores que cometen los dirigentes.
De allí salí más revolucionario. La UMAP no fue un hecho aislado. Antes
de 1966, Cuba se alineó definitivamente a la política soviética,
incluyendo procedimientos estalinistas que perjudicaron a intelectuales,
artistas, músicos. Según la historia, en 1970 comenzó lo que se llamó
el
quinquenio gris, y yo digo que realmente comenzó en 1965 y fueron varios quinquenios.
P. ¿Y por qué después de todo esto siguió considerándose revolucionario y defendiendo la revolución?
R. El origen está en lo que significó Cuba en el año
59 para el mundo. Yo tenía entonces 15 años, y cuando profundicé en la
realidad social de América Latina me convertí en un revolucionario. Esas
ideas no solo cuajaron en mí, sino en todos los países
latinoamericanos. Los ideales que profesábamos eran los más puros que se
podían tener en aquella época. Otra cosa hubiera sido traicionar mi
pensamiento, así que, aunque se cometieran errores, vi que había que
defender la idea original... y todavía la defiendo. Yo asumo el pasado, y
tengo claro lo que pienso. Apoyo la revolución
ciudadana de Correa en Ecuador y la de
Evo Morales.
Y para mí el ejemplo más grande de revolucionario en América es José
Mujica, encarcelado durante 14 años y después un hombre sin rencor,
capaz de crear un Estado libre, soberano, no dependiente y próspero.